De estreno
El otro día estaba como una niña con zapatos nuevos, literalmente,
ya que el sábado pasado me
compré las zapatillas de Trecking que usaré durante el viaje. Será la
primera vez que me alegre de machacar unos zapatos jajaja, y es que a estos voy
a someterlos a tanto trote como me sea posible.
Muchas
gracias a todos por los consejos. Pablo me dijo que las comprara de caña baja
para tener mejor movilidad en el tobillo y que me comprara un número más para
que no me provocaran rozaduras y seguir cómoda si se hincha el pie. El chico de
mi tienda de zapatos favorita me dijo que era importante que la suela
fuera de gel y me sugirió que mirara en una tienda de una marca en concreto.
Al
final me gasté más de lo que tenía pensado, pero se trata de una inversión más
allá de este viaje en concreto y creo que durante la travesía mis pies lo
agradecerán. Me las he puesto ya varias veces y no he notado ningún tipo de
molestia, tanto en el gimnasio como por la calle.
Paseando por el parque
Finalmente,
decidí llevármelas a dar un paseo en un ambiente más parecido al que me pueda
encontrar durante el viaje. Tengo la suerte de vivir al lado de uno de los
parques más bonitos de Madrid, el Parque del Oeste. No es tan famoso como el del
Retiro pero a mí me gusta más precisamente por no ser tan artificial y
ensortijado, sino que es agreste, con subidas, bajadas, árboles y vegetación,
zonas de tierra y caminos de cemento.
Me siento afortunada de tener un espacio tan bonito y cuidado a tiro de piedra, no sé por que no lo he aprovechado más hasta ahora. Está en el corazón de Madrid pero uno es capaz de adentrarse en un lugar donde sumergirse en un espacio donde la tranquilidad, el deporte y la naturaleza pueden hacernos olvidar del humo, los ruidos, los coches y las prisas.
Para mi
sorpresa, he descubierto que es mucho más grande de lo que yo creía y que hay mucha
extensión de parque más allá de la zona donde creía que terminaba. Había mucha
gente corriendo, yendo en bici, me sentí muy acompañada. Esto ayudará a que el
proceso de domesticar las zapatillas sea mucho más entretenido
Esto se pone serio... ¡a entrenar!
Es
curioso cómo puedes haber visto un sitio durante años de un modo y de repente,
a raíz de un pequeño cambio, cambias totalmente tu percepción del lugar. Antes
este era un lugar donde descansar y tomar el sol ocasionalmente, pero se va a
volver uno de mis centros de operaciones
Mis
paseos, hasta ahora tan frecuentes, no son lo único que ha cambiado desde que
empecé a tomar medidas para alcanzar mi nueva meta. También el ir al gimnasio tiene un nuevo
objetivo y finalmente ayer comenté con el monitor que me hace las tablas de
ejercicios el nuevo reto y la verdad es que me animó un montón y me dio muy
buenos consejos.
Para empezar,
vamos a incrementar los ejercicios de espalda para que el peso de la mochila no
me castigue tanto. Me dijo que no me preocupara, que todo lo que me mandara se
encaminaría a reforzar pero en ningún caso a ensanchar (jeje, se nota que sabe
lo que nos preocupa a las mujeres). Muchos de los
ejercicios que me va a mandar los haré con refuerzo de peso en las piernas para
que luego todo me resulte más sencillo. Por último, tengo que cambiar mi manera
de trabajar el cario, buscando sobre todo el trabajo en cinta simulando cuesta
y step. Además, me dijo que cuando ya estuviera un poco más en forma era bueno entrenar con una mochila a la que añadirle algunas mancuernas para acostumbrarme a entrenar con peso en la espalda. En realidad, muchísimos foros recomiendan con la misma mochila con la que vaya a hacer el Camino, para acostumbrarse a las misas condiciones en que se va a peregrinar.
Me animó muchísimo y me dio muchos consejos variados, pero sobre todo
me ayudó a sentirme que podía con ello.
Dicen que es necesario empezar a entrenar, usar las zapatillas unos dos meses antes de iniciar el viaje, por el momento voy con tiempo más que suficiente, pero no puedo dormirme en los laureles.
No es el mundo el que cambia sino los ojos con que lo miramos
Poco a
poco voy asumiendo esos cambios que, como decía en otra entrada, hacen que me
vaya introduciendo física, emocional y mentalmente en el Camino. Crece la
ilusión y lo siento cerca, no solo en el tiempo sino como algo conocido.
Ahora voy por las calles y parques pensando en cómo puedo usarlo para entrenar de forma variada. Pienso en la ropa, los zapatos en función de su comodidad y analizo cada objeto cotidiano en términos de “no pesa mucho, ¿cuando haga el Camino podré llevármelo?” o “sin duda voy a estar casi tres semanas sin usar esto o hacer aquello, me pregunto cómo será cambiar así las rutinas”.
Uno de
mis poemas favoritos de JRJ es precisamente ese en que, estando de luna de
miel, redescubre el cielo. Siempre había estado ahí, pero aprende a mirar y ver
de otro modo, y toma otra conciencia de la realidad. Es un viaje interior y
exterior a la vez, en el que lo cotidiano adquiere un nuevo sigificado porque su actitud hacia el mundo cambia. Creo que me
ocurrirán cosas como esta muy a menudo, pero de momento a mí me ha pasado ya en
varias ocasiones, aunque aún no he llegado a este grdo de espiritualidad.
Veamos
cómo lo dice el presuntuoso (pero genial) Juan Ramón en Diario de un poeta recién casado:
Te tenía olvidado,
cielo,
y no eras
más que
un vago existir de luz,
visto
-sin nombre-
por mis
cansados ojos indolentes.
Y
aparecías, entre las palabras
perezosas
y desesperanzadas del viajero,
como en
breves lagunas repetidas
de un
paisaje de agua visto en sueños...
Hoy te he mirado lentamente,
y te
has ido elevando hasta tu nombre.
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