Entre trigo y girasoles

Nunca había desconectado tanto y menos tan rápido. Es tan fácil olvidarte aquí del día de la semana...

Andar se vuelve tu rutina y cuidar de ti mismo eh las cosas más,elementales (comida, hidratación  etc) el eje de tus preocupaciones. Te desquitas enseguida de todo lo superfluo y aprendes que todo l que necesitas cabe en una mochila. Aquí todo el mundo es igual, independientemente de su edad, origen y condición social, y se hosanna las conversaciones y situaciones más variopintas con gente con la que en otros contextos no tienes ocasión de hablar.

El Camino te absorbe y te lleva a centrarte en el reto físico a la vez que te da la opción de pensar, relacionarte... Te saca de tu contexto y te obliga a centrarte en el aquí y el ahora, y te brinda cosas no imaginas.

Todo lo que dicen del Camino es cierto, pero más intenso y mejor. La solidaridad está en todas partes y la gente comparte toda la comida, bebida y demás posesiones  hay mucha generosidad, apuesto a que muchos abandonarán esta actitud cuando vuelvan a sus vidas, pero aquí es todo armonía. Lo único que la rompe son los momentos de agotamiento físico, y entonces te preguntas quién te mandaba meterte en tal fregao...

Estoy conociendo mucha gente estupenda y viendo lugares preciosos. Madrugamos mucho (entre cuatro y media y seis) para evitar las horas de más calor, pero también aprovechamos que el a la da los paisajes más bellos.  Ando una media de treinta km diarios y aún estoy sorprendida del buen ritmo que llevo, pese a que noto ya los sintomas de la fatiga acumulada

Aquí tenéis algunas fotos.

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Reflexiones en el tren

Estoy en el tren que me lleva a Palencia, donde me dirigiré a Condes de Carrión, un pueblo a pocos km hacia el norte desde el que empezaré a andar. Se me hace imposible no pensar en los cobardes yernos del Cid, y me alegro de comenzar en un sitio con resonancias literarias como esta. Qué le vamos a hacer, cada uno tiene sus frikismos y este es el mío.

Reto conseguido: 5,3 kg de mochila. Lo tengo todo conmigo y ya estoy en movimiento. Ahora sí que la aventura ha comenzado.

Mierda. Había escrito una entrada preciosa y se me ha borrado entera. Cosas de los móviles... No tendré muchas ocasiones de acceder a un ordenador, así que las entradas tendrán que ser mucho más escuetas para vuestra fortuna, más lento y con más errores para mi desesperación. Esto me lleva a pensar que no solo he tenido que aligerar mi equipaje, también ahora tendré que hacerlo de pensamiento y palabra. ¿Cuál es la siguiente ancla de la que me deberé desprender?

El accidente ferroviario de ayer en Santiago nos ha estremecido a todos y también mi corazón está con ellos. Cualquier cosa que se diga en estos casos suena hueco en comparación con el dolor de lo sucedido. eso es lo que imprime la tragedia: horror y silencio. No creo en el destino, sino más bien en la capacidad del hombre de dar sentido y encontrar simetrías y oposiciones estéticas al caos que nos rodea. Casualidades: yo también voy en un tren, también a Compostela, también les siento cerca...

Ya he llegado a Palencia y me dirijo a Carrion. El taxista me cuenta que lleva a muchos peregrinos a puntos del camino, pero no solo como yo, para iniciarlo, sino también para hacer trampas y recorrer en coche el ochenta por cuento de la etapa. Me río porque me suena increíble pero tampoco me sorprende tanto. Lo hace casi a diario, dice. Es de suponer q las trampas y el autoestima también tienen lugar aquí.

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Últimos preparativos

3, 2, 1...


La cuenta atrás se agota, cada vez me acerco más al cero – un cero que no equivale a la “nada” sino todo lo contrario, es un eje desde el que  empezar a contar de  nuevo- y estos días me preparo para el despegue final. Lo tengo casi todo, solo faltan algunos flecos, pero qué importantes son y cuántos. Siete y media de la mañana en el metro de Madrid.  El panorama es desolador, pero tengo tantas cosas en que pensar que el entorno no me afecta y me encierro en mi mundo (el cerrojo que ahora me aísla se llama Shostakovich, amuleto al que recurro siempre que necesito energía constante y concentración, tirar de los carros más pesados). Sé que la música y la teína serán hoy mis aliadas indispensables para llevar a cabo todo lo que necesito hacer, puesto que apenas he dormido esta noche. Me apetece empezar esta entrada ahora en el trayecto al trabajo, aunque tendré que terminarla a la hora de la comida en la oficina.

Llevo tiempo sin escribir en el blog pero la preparación ha sido constante: he continuado entrenando, y lo he hecho a conciencia, me he informado de detalles del viaje y gracias a todo ello mis planes han variado sustancialmente. Suerte que he llevado a cabo este proceso previo, ahora sé a ciencia cierta que de lo contrario habría sido un desastre.  Podría prepararme eternamente, y todavía hoy leo o me cuentan cosas que son de gran utilidad, pero de lo que realmente tengo ganas es de vivirlo de una vez por todas. Y también de compartirlo. Durante el recorrido sí tengo intención de ir subiendo más información: entradas más escuetas pero frecuentes, con fotos y aquello que me apetezca contaros. Sin embargo, siento la necesidad de escribir una última entrada más extensa y reflexiva antes de partir.

Terminar con los preparativos del viaje me está metiendo en el acelerón habitual en que me sumerjo siempre ante estas situaciones, aunque multiplicado. Si no recuerdo mal, el último viaje que me llevó tanta preparación y significó tanto para mí fue Edimburgo segunda parte (algo de lo que acabo de ser consciente ahora mismo), no sé si esto vaticina algo pero sí que corresponde a una búsqueda de cambio muy parecida la que necesitaba entonces. A veces los puntos de inflexión se sienten, se buscan.

A las cuatro me ha abandonado  Morfeo y no he tardado demasiado en renunciar a seguir durmiendo, ya me conozco. Ni corta ni perezosa me he puesto a reorganizar la maleta, planificar qué falta hacer, repaso de cada detalle, etc… Después de hora y pico haciendo cosas he logrado dormir media horita y ya ha tocado levantarse. Los días de antes de las vacaciones son siempre estresantes en la oficina, porque no cuentas con el “ya lo terminaré mañana”, sino que hay que dejarlo todo lo mejor atado posible y sabes que cuando salte algún problema no estarás ahí para justificar tus decisiones,  así que siempre tengo una tensión añadida para dejarlo todo lo mejor posible. Además, estos días la vida social aumenta porque me apetece despedirme de gente, puesto que entre las vacaciones de unos y otros dejaré de ver durante mucho tiempo a algunos que forman parte de mi vida cotidiana. Total, que los días son más largos no solo porque gocemos de más horas de sol, sino porque también me encargo de llenarlos.

El jueves me voy a primera hora: tomo un tren desde Chamartín a las siete y media de la mañana y a las diez ya debería estar andando los primeros km como peregrina, ya de modo oficial. Está ahí, ya casi lo alcanzo con la yema de los dedos. Estoy nerviosa, como un flan. No opr miedo, sino por ansiedad porque llegue ya el momento. Bueno, y también con ciertos miedos, para qué negarlo. ¿Me perderé en alguna ocasión? Buf, seguro que sí, con mi antisentido de la orientación… ¿Me tocará dormir al raso alguna noche porque no haya sitio en los hostales? Pues bien podría ser… ¿Me saldrán las tan temidas llagas en los pies? ¿Conoceré gente maja? ¿Tendré momentos de agotamiento o de sed o me faltará algo? La respuesta es sí a todo, solo espero que la impaciencia me lleva a intentar adelantarme a lo imposible. Todo llegará.

Siento la inquietud de compartir ciertas cosas de estos meses de preparación que me resultan inefables, no sé cómo podría llegar a expresarlas. La más importante es lo que, para mis adentros, llamo el proceso de «austerización». Paulatinamente he ido disfrutando más y más de los momentos de caminar, del reto físico, pero también del reto mental. Al principio usaba siempre música y mi cabeza iba a mil. Poco a poco me he ido serenando y he estado más abierta a lo que observaba fuera que a mis propios pensamientos, como si se tratara de un proceso de meditación. Cuando entrenaba, iba aumentando gradualmente el peso de la mochila, y he sido muy consciente de cuánto limita el peso: cada vez más lenta, más fatigada, y he ido eliminando muchos elementos del equipaje, incluso he llegado a pesar objetos para sustituirlos por otros más ligeros. Me he quitado casi 800 gramos, y he renunciado a muchísimas cosas que al principio me parecían fundamentales.

Me resultó muy curioso y extrañamente gratificante cuando me encontré por la calle a una persona que conozco de determinado ambiente y no me reconoció. Iba con mi ropa de deporte, mi mochila, la gorra, la riñonera… diametralmente opuesta a mi facha habitual. Tardó mucho en darse cuenta de quién era yo, pese a que le saludaba y me acercaba. Mucha gente, la que me conoce poco, se sorprende mucho cuando le cuento mi proyecto, y aún más cuando averiguan que lo hago sola. Es un cambio externo importante, pero hay otros, que no se ven, que también han tenido lugar.

Estos dos meses me han servido para conocer mucho Madrid y para conocerme a mí misma. Tanto paseo me ha descubierto muchos rincones de la ciudad y me ha dado ocasión de reflexionar.  He tomado decisiones que eran necesarias, he tomado conciencia de cosas que veía, pero que no había tenido tiempo de madurar, o de aceptar. Muchas veces cuando camino me vienen las ideas como asentadas: quizá llevo semanas recibiendo información, teniendo intuiciones que aparto, pero ese momento de serenidad es el que consolida el nuevo pensamiento que aparece fulminante, o el que me da la fuerza abrir los ojos y mirar mejor.

También he tenido que renunciar a cosas, ya que las horas del día son limitadas y mi energía también, aunque a veces me olvide de ello y actúe como si pudiera con todo. He disminuido las horas dedicadas al baile y a cierta vida social, no porque ahora baile poco o no me relacione, sino porque en el último año esta parte de mi vida ha sido especialmente intensa y me admito que me tocaba parar un poco, al menos para tomar aire. Qué fue antes, el huevo o la gallina; mi necesidad de tomarme las cosas con más surge porque se fraguaban cambios o al contrario, porque me he serenado el resultado ha sido esta nueva perspectiva y he sido capaz de  afrontarlos. No solo es un tiempo de serenidad, también de entradas y salidas: algunas personas han salido de mi vida, se han puesto puntos sobre las íes, ha habido decepciones mutuas y optado por salidas divergentes (en más de un caso ha sido una gran liberación); además, ha llegado gente nueva o personas que ya estaban han resultado mucho más cercanas. El balance es más que positivo, pero realmente intenso.

¿No dicen que el Camino ayuda a la transición espiritual? Una persona muy especial me dio un consejo precioso: coge una piedra en Madrid o en Barcelona y proyecta en ella todo aquello de lo que te quieras desprender y déjala en la Cruz de Ferro en el Bierzo. Por supuesto lo haré.

De los muchos consejos que he recibido, está el de un amigo que ya ha hecho el Camino que me dijo que en estos últimos días lo más importante era ir bien descansada para afrontar la peregrinación con fuerzas suficientes, ir sin sueño, decía, es preferible que aprovechar para entrenar. Le estoy haciendo caso (bueno, lo que mi cabecita le deja, porque luego se despierta a las cuatro de la mañana…) y me estoy tomando las cosas con calma. Entre hoy y mañana procuraré no cometer sobresfuerzos y centrarme en dejarlo todo listo.

La próxima vez que escriba algo será ya desde una orilla completamente distinta: la cuenta no será la de los días para irme sino los km recorridos, o los pendientes por llegar.

¡Buen Camino!


Tú vives en tus actos


Este poema de Salinas me gusta porque habla de la libertad, incluso de la elección para equivocarse o sucumbir a aquellos que nos nace. Podemos elegir y errar, podemos disfrutar de ello, lo cual es maravilloso e inevitable. Cada línea destila fuerza y clarividencia, así como una pulsión vital que me contagia de sensaciones muy 

diversas. 

Espero que os guste


Tú vives siempre en tus actos.
Con la punta de tus dedos
pulsas el mundo, le arrancas
auroras, triunfos, colores,
alegrías: es tu música.
La vida es lo que tú tocas.

De tus ojos, solo de ellos,
sale la luz que te guía
los pasos. Andas
por lo que ves. Nada más.

Y si una duda te hace
señas a diez mil kilómetros,
lo dejas todo, te arrojas
sobre proas, sobre alas,
estás ya allí; con los besos,
con los dientes la desgarras:
ya no es duda.
Tú nunca puedes dudar.

Porque has vuelto los misterios
del revés. Y tus enigmas,
lo que nunca entenderás,
son esas cosas tan claras:
la arena donde te tiendes,
la marcha de tu reloj
y el tierno cuerpo rosado
que te encuentras en tu espejo
cada día al despertar,
y es el tuyo. Los prodigios
que están descifrados ya.

Y nunca te equivocaste,
más que una vez, una noche
que te encaprichó una sombra
-la única que te ha gustado-.
Una sombra parecía.
Y la quisiste abrazar.

Y era yo.

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