Saint Jean

Primer día

Existe la opción de empezar en Saint Jean Pied Du Port, una etapa preciosa que empieza en el Pirineo Francés, atraviesa la frontera con España y que finaliza en Roncesvalles, y ese era mi plan.

Dicen que el Camino comienza cuando uno sale de casa, y así fue en mi caso. Iba a Pamplona en un coche de Blablacar y desde ahí un autobús a Francia. Ya en el coche coincidí con una chica que también hacia el mismo recorrido que yo, de modo que desde el primer minuto todo se tiñió del espíritu peregrino. De hecho,  hemos estado juntas estos dos primeros días.

Saint Jean es un pueblo increíble, de postal, en los que todo está cuidado y limpio y te transporta a otra época.  Amurallado y con un río que lo atraviesa, es digno del paisaje que lo enmarca. Todo el pueblo está volcado en el turismo y es como un pequeño escaparate.  Es difícil encontrar cosas esenciales a buen precio y no todos los que atienden tienen un concepto de amabilidad que sea aceptable... bienvenidos a Francia.

El albergue era sencillo pero limpio y tiene muy buen ambiente, algo más caro que los de España pero con todo lo necesario y al pie de la muralla, con unas vistas privilegiadas desde la habitación.

Los peregrinos campan a sus anchas y la oficina de amigos del camino es excelente. Desde el primer momento encontré otra gente que se disponía a caminar que deseaban entablar conversación: muchos vascos, varios barceloneses pero también gente coreana, franceses, italianos, ingleses, estadounidenses y otras nacionalidades. Me sorprendió mucho conocer a gente que llevaba ya tiempo peregrinando, algunos desde Italia, otros atravesando Francia, pero la mayoría comenzábamos ese día y estábamos emocionados. Por supuesto, en el albergue hubo una pequeña celebración improvisada en la que los que repetimos contamos lo que sabíamos a los que se estrenaban.

Mi idea inicial era pasar un par de días en la zona francesa y explorar pueblos antes de comenzar a caminar, però sé aproximaba un temporal y decidí adelantar mi marcha. Llevo dos días de travesía y el temporal va pisando me los talones, siempre detrás de mí según avanzo, así que espero que no me alcance. Aun así, tendré que detenerme

Os dejo algunas fotos y disculpad la redacción y el formato, pero desde el teléfono estoy muy limitada a la hora de editar entradas.

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Ideas erróneas acerca del Camino de Santiago


Afortunadamente el Camino se ha vuelto muy accesible y es cada vez más conocido. La otra cara de la moneda de este fenómeno es que se han extendido ideas erróneas o poco precisas, incluso entre algunos peregrinos.


El apóstol jamás llegó a Santiago


Se peregrina hasta Santiago para visitar la supuesta tumba del Apóstol, pero en ningún documento se habla de la peregrinación del discípulo de Cristo. Siento comunicaros que Santiago jamás estuvo ahí, al menos no en vida. Galicia es el lugar donde se hallaron los restos atribuidos a Santiago, pero se cree que llegaron en una barca por mar hasta Finisterre. La visita de esta tumba es la motivación que tenían los peregrinos para llegar desde los lugares más recónditos, pero no por emulación del recorrido que hiciera Santiago sino por llegar a un lugar considerado Sagrado.


El peregrinaje termina en Santiago de Compostela. ¿Y FInisterre?


Igual que cada peregrino comienza donde quiere (o donde puede) lo mismo ocurre con el final. La mayoría se dirige a Santiago de Compostela y ahí termina su aventura, y cada vez son menos los que prosiguen hasta el cabo de Finisterre, pro algunos peregrinos deciden continuar hasta ver el mar.

Finisterre es el punto más occidental del continente, y durante siglos se creyó que más allá solamente había abismos y monstruos. De hecho, en latín significa literalmente "el fin del mundo" y hay muchas leyendas y vinculaciones esotéricas con este cabo.



La Concha como símbolo del peregrino


Simboliza una vieira, un molusco especialmente rico  y típico de Galicia.Una versión moderna de la concha sirve como logo oficial del Camino y se usa para indicar la ruta, señalar albergues y demás puntos relacionados con el Camino.

La mayoría de los peregrinos llevan una concha en algún lugar: colgada de la mochila, atada al bastón, o como adorno en sus ropas, y está presente en muchos carteles y demás documentación moderna. Sin embargo, la concha es algo que se obtenía una vez se llegaba a Santiago de Compostela, pero no antes: se recogía como prueba de haber llegado hasta el mar a Finisterre o en su defecto a Santiago donde se entregaba junto con el certificado o Compostela que acreditaba haber finalizado.



En su sentido original, la concha era un premio, una muestra de haber alcanzado la meta, por eso no tiene sentido llevarla desde el inicio de la peregrinación.


El Camino es de un único sentido. ¿Seguro?



Al margen de las motivaciones que impulsen nuestro peregrinaje, este recorrido suele formar parte de unas vacaciones. Nos trasladamos hasta el punto de partida, recorremos las etapas según lo hemos planeado, y, al llegar a Santiago o a Finisterre, tomamos un medio de transporte que nos devuelva a nuestra casita.
Antes no era así, no podía ser así. Partían desde su casa y trataban de alcanzar Santiago con los medios de que disponían, y cuando la gente alcanzaba su meta, solamente había recorrido la mitad puesto que tenía que regresar a su hogar. 


Es poco habitual hoy en día ver peregrinos recorriendo el Camino en sentido inverso, pero los hay. Tiene mucho mérito, ¡con lo que cuesta solamente llegar en un único sentido!

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¿Quién dijo que segundas partes nunca fueron buenas?

Casi un año de silencio


El año pasado interrumpí repentinamente las publicaciones en el blog porque igual de súbito fue mi abandono del Camino. Por desgracia, me lesioné y tuve que abandonarlo entre lágrimas. Eran de rabia, no de dolor.
Podría haber puesto una entrada de despedida, aunque fuera más tarde, pero no me sentía con ánimo. Ahora que me dispongo a continuar con el Camino me apetece seguir con este cuaderno virtual, que me sirve más de diario que de ventana al mundo. Por supuesto todos sois bienvenidos a acompañarme de nuevo.
He releído algunas entradas y me ha hecho gracia mi cambio de perspectiva ahora que ya tengo otra experiencia, y de hecho en los próximos días publicaré una corrección del equipaje que creo imprescindible. Lo material, sin embargo, solo es una de las cosas que veo de modo distinto.
No fue una lesión grave, solamente una sobrecarga en el tendón de Aquiles derecho debido al sobreesfuerzo, y solamente con reposo y algunas sesiones de fisioterapia, (¡gracias, Nuri, eres una crack!) me recuperé por completo.

Todo deja su huella

Gracias a la lesión, aprendí algunas cosas fundamentales:
1. Mi cuerpo también tiene límites. Ya sé, descubrir con 29 años que una es mortal y que se puede romper es algo cómico, pero más vale tarde que nunca. No estoy acostumbrada a no lograr lo que me propongo y esa experiencia me hizo aceptar sin más las cosas tal cual venían, y aprender a escuchar a mi cuerpo, a darle un respiro, a ser indulgente.
2. No llegar hasta el final no es ningún drama. De hecho, este año no lo retomo donde lo dejé, ni siquiera me propongo llegar a Santiago. Comienzo en los Pirineos y quiero llegar hasta León, porque es lo que me cuadra por fechas y la zona que quiero recorrer. ¿Y qué si no llego a Santiago? Ya lo haré algún día, no voy a perderme todo lo demás solo por llegar a un punto. Como dijo María, “el Camino siempre vaa estar ahí para ti”.
3. Mi desempeño como peregrina dejaba mucho que desear. No por falta de entrenamiento ni por el equipaje, ni siquiera por el bajo rendimiento. Pero no descansaba ni dormía, no me tomé días de descanso, hacía demasiados kilómetros al día, y todo este agotamiento eso me pasó factura. Tan malo es no llegar como pasarse, y mi caso era un ejemplo de exceso. Ya hablaré más en detalle de qué hice bien y qué hice mal.

Algunas de estas cosas pueden parecer una obviedad, pero cuando estás sumergido en la dinámica de ir a por más, cuando te obsesiona la idea de llegar, surge un tipo de enajenación. Y porque desde fuera todo parece muy sencillo, pero a ver qué hacemos cada uno de nosotros cuando nos plantamos delante del espejo…


Lo dicho, espero aprender de lo sucedido y que esta vez todo vaya de otro modo.


El hombre nunca se baña dos veces en el mismo río...


Porque ni el hombre ni el río son el mismo, dice Heráclito. Eso es lo que siento ahora No es una repetición sino una continuación. No es lineal, porque la consecutividad es una ilusión. Ni es a continuación en el tiempo ni en el espacio, pero sí en mi experiencia, en mi momento vital.

Me gusta este poema de Borges, en que cita al filósofo griego y lo interpreta a su manera. Afortunadamente yo no siento esa pesadez vital que transmite Borges, pero sí esa fatalidad (en el sentido de inexorable, inevitable) de seguir con la búsqueda y con el Camino, aunque se esté viejo y ciego.

Somos el río que invocaste, Heráclito.
Somos el tiempo. Su intangible curso
acarrea leones y montañas,
llorado amor, ceniza del deleite,
insidiosa esperanza interminable,
vastos nombres de imperios que son polvo,
hexámetros del griego y del romano,
lóbrego un mar bajo el poder del alba,
el sueño, ese pregusto de la muerte,
las armas y el guerrero, monumentos,
las dos caras de Jano que se ignoran,
los laberintos de marfil que urden
las piezas de ajedrez en el tablero,
la roja mano de Macbeth que puede
ensangrentar los mares, la secreta
labor de los relojes en la sombra,
un incesante espejo que se mira
en otro espejo y nadie para verlos,
láminas en acero, letra gótica,
una barra de azufre en un armario,
pesadas campanadas del insomnio,
auroras, ponientes y crepúsculos,
ecos, resaca, arena, liquen, sueños.


Otra cosa no soy que esas imágenes
que baraja el azar y nombra el tedio.
Con ellas, aunque ciego y quebrantado,
he de labrar el verso incorruptible
y (es mi deber) salvarme.


                                  Jorge Luis Borges

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