CURSOS COREOGRÁFICOS, CADA VEZ MÁS POPULARES
Desde siempre me ha fascinado la capacidad de algunas
personas para subirse a un escenario y, delante de todo el mundo, ofrecer un
espectáculo, entretener y expresar ideas y emociones al público, ya fuera a
través de la música, el teatro o la danza. Lo que no me imaginaba era que tardaría tan poco en participar en una coreografía y que iba a ser una experiencia tan intensa.
Es raro ir a una salsoteca que no incluya animaciones, talleres y espectáculos. Algunos son profesionales pero muchos son amateur, y no por ello de menor calidad. Por otro lado, si algo he aprendido es que la importancia no está en la dificultad sino en la ilusión y la capacidad de hacer las cosas lo mejor posible. La gente va para disfrutar y compartir, no para criticar, y las ganas son de animar y apoyar a cualquiera que tenga la valentía de subirse al escenario.
He aprendido y crecido mucho con este curso, y muchas de las cosas no son estrictamente de baile, aunque también: he mejorado la técnica y aprendido mucho sobre expresión corporal, pero también he superado metas, me he conocido mejor, he estrechado lazos con mis compañeras y hemos sentido todo tipo de emociones: compañerismo, risas, esfuerzo, irritación, cansancio, ilusión, miedo y nervios, ridículo y orgullo, agradecimiento, humildad, sacrificio, impotencia a ratos y satisfacción, tolerancia, y un largo etcétera. Durante las clases se aprende muchísimo, pero también cuando hay que tomar la iniciativa en ensayos sin los profesores, en los momentos previos al show, en el trato personal y los momentos fuera de la coreografía. Es verdaderamente emotivo y difícil de describir.
Como llevo poco tiempo bailando, no sé si antes había esta tendencia de los cursos coreográficos: cursillos de las escuelas de baile donde, además de una técnica, se prepara una coreografía que posteriormente se representará en discotecas o congresos. Va más allá del montaje de final de curso y se trata de esforzarse por dar lo mejor de cada uno, normalmente en varias representaciones. No hay escuela o profesor que no esté involucrado en alguno de estos cursos y cada vez conozco más gente que participa en uno (o incluso varios) de estos montajes. Es económicamente rentable para las escuelas y una fuerte motivación para los alumnos, de ahí que estos grupos crezcan como setas, al menos en España.
Podría contar muchas cosas de mi experiencia personal, pero primero quiero hacer una entrada de cómo veo estos cursos. Si ya has bailado en uno de ellos sabrás de qué hablo, y si estás planteándote unirte a alguno puede que te resulte útil.
PRINCIPALES DIFERENCIAS
Como decía
Técnica. En
ambos cursos se imparte técnica, pero en los coreográficos muchísimo más
depurada. No importa bailar mucho, la clave está en que lo que se haga se vea
muy bien: preciso, limpio y uniformado. Además, hay algunas diferencias: en el
show todo es más amplio, debe verse grande para que impresione y llegue a los
de la última fila, que la atención no decaiga, etc. Obviamente, cuanto mejor
bailes en el estilo de show mejor lo harás n el social, y todo lo que aprendas
podrás usarlo, pero siempre de otro modo
Expresión.
el baile es comunicación, y debe trabajarse la expresión en cualquiera de sus
ámbitos. Sin embargo, en el show debemos poner hincapié en esto. Todo es más
exagerado, deben evitarse los momentos flojos para que la atención no decaiga,
hay que unificar hasta el último detalle con los compañeros. No siempre es
sencillo trabajar la presencia escénica y es muy normal al principio sentirse
cohibido e incluso ridículo.
Una misma
coreografía. Cada maestrillo tiene su librillo, pero no habitual en los
cursos para social es aprender una figura por semana o cada dos semanas.
Cuantos más recursos, mejor, incluso es esperable que el profesor explique
variantes y maneras de aplicar y adaptar los pasos a nuestro estilo. En una
coreografía, aunque sea de cajón, hay que machacar una misma secuencia y lograr
ir todos a una. Todos igual y siempre lo mismo. Se repite y se perfecciona
hasta la saciedad, hasta que nos sepamos la coreo incluso en sueños, hasta que
la interioricemos como el caminar.
Compromiso. Es
evidente que en el curso coreográfico se aporta mucha más dedicación. Si uno
falta a una clase, puede perderse cosas importantes que le dificulten
reincorporarse, pero sobre todo está fastidiando a los compañeros: si se falta
continuamente a los ensayos el grupo no puede avanzar y son los compañeros
quienes deben ponernos al día, si se causa baja para una actuación hay que
modificar las posiciones
Ensayos extra.
No basta con las clases, al menos no para la mayoría. Quedar algunas veces,
especialmente en la recta final, ver los vídeos para memorizar cuanto antes la
secuencia y para autocorregirse. Realmente son horas de dedicación, lo cual se
hace encantado cuando hay energía pero cuando flaqueamos, tenemos un mal día o
no estamos de acuerdo con algunas cosas que se hacen ni en el modo, pero cuando
vienen momentos difíciles comienza la cuesta arriba. Ahí es cuando hay que
sacar toda nuestra tolerancia, respirar hondo y comprender que también esto
forma parte del aprendizaje.
La importancia del
grupo. Este es el tema clave. No solamente se va para aprender
individualmente sino para formar parte de un grupo. Ni podemos dar nuestra
opinión siempre, porque a veces esto es un gallinero, ni podemos adaptar las
cosas a como las hacemos nosotros o nos resulta más cómoda. Hay que respetar
las decisiones del grupo, ser disciplinados y comprender que lo importante es
que se trabaje y se vea bien en conjunto, no hay estrellitas. También es
necesario implicarse a la hora de aportar y recibir críticas constructivas. La
humildad y la participación activa son fundamentales para que funcione.
Pareja de baile. Se
necesita tolerancia y compenetración, hay que pasar muchas horas juntos y
lograr una meta común, que parezca que son una misma persona dividida en dos
cuerpos. Lo que le ocurra a una, le afecta a la otra. Se necesita incluso más
confianza que con el grupo general, y al final se establecen muchos
paralelismos con una pareja sentimental. Encontrar (o que te asignen) a la
persona adecuada puede clave a la hora de que funcione, pero también es algo
que debe construirse y trabajarse. No lo he experimentado todavía ya que viendo
el resultado de algunas personas preferí participar solo en un grupo femenino,
pero me encantaría probarlo.
La dificultad es
mayor. Cambios de posiciones, acrobacias, todo tan vistoso como sea
posible, esa es la gracia de trabajar tanto tiempo en una misma secuencia.
Tenemos que esforzarnos pero también estaremos mucho más motivados. La buena
noticia es que, como la idea es mostrar una cara digna, si algo no sale bien
siempre puede adaptarse a las habilidades generales del grupo. Hay cosas que
jamás tendrían sentido en pista porque no pueden improvisarse y por ello es muy
improbable que las aprendas si no te las enseñan en un curso así. Vale la pena.
El vestuario.
Claro, es parte fundamental del espectáculo. Ayuda a que se vea mejor pero
también a meternos en el papel. Bailar tiene una faceta muy teatral, y el attrezzo
es básico para darle ese toque mágico al show.
Las emociones.
Ya, eso otro tema peliagudo. El roce hace el carió pero con el contacto también
saltan chispas. Ni nos llevamos igual de bien con todos ni todo el mundo es
compatible de la misma forma. Y eso es un riesgo que siempre se corre: por más
que creamos conocer al profesor o a los compañeros, hasta que no nos veamos con
el estreno a la vuelta de la esquina, el desgaste de los ensayos, la confianza
que nos empuja a ser menos cautos con nuestros modales, las horas acumuladas de
pasar tiempo juntos, no sabremos cómo resultará. Con algunas personas
estrecharemos lazos increíbles y con otras nos llevaremos a matar, pero lo más
normal es que haya momentos de todo tipo. Esto es de lo más duro pero también de
lo más entrañable, y nos permitirá conocer a los demás y a nosotros mismos. Al
final, no sabrás cómo ha ocurrido pero te verás sintiendo alzos profundos con
la gente de tu grupo que no podrás describir
Enfrentarse a los nervios
y la timidez. En la pista de baile nadie, porque cada uno está ocupado
con su propio baile, pero cuando eres el objeto de la atención general la cosa
cambia. Algunas personas tienen serias dificultades para hablar en público o
ser el centro de todas las miradas. Bailar en un escenario puede ser realmente
una buena terapia de choque, y la mayoría de las personas se sorprende
positivamente a la hora de salir y verse en situación. Hay quien tiene nervios
desde unos días antes, otros quienes toman conciencia de lo que sucede un poco
antes. Una cosa está clara: aunque los nervios no nos dominen, es normal y
necesario sentir un mínimo de nervios porque de lo contrario significaría que
no nos importa lo que estamos haciendo, y la tensión en su justa medida nos
ayuda a hacerlo mejor.
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Momentos de camerino |
La sensación de
estar ante el escenario. Se ha trabajado duro durante meses, la coreo
está lista, y el vestuario, parece que podríamos pasarnos la vida entera
mejorando pequeños detalles, pero hay que salir y darlo todo. No sabes lo que
va a ocurrir, esa es la realidad. Algunos se crecen ante el público, otros se
sienten enajenados, todos tiene algún tipo de nervios aunque sea en distinta
proporción, pero todo el mundo dice que le pasa rapidísimo, es visto y no
visto. Muy difícil de describir pero casi siempre muy satisfactorio. Relajarse
antes, tener buena comunicación con los compañeros, tener un momento de
complicidad, salir a darlo todo y a disfrutarlo, a compartir con los que hayan
venido a verte y agradecerles su atención. Lo demás, solo puede vivirse.
CONCLUSIONES
El coreográfico exige mucho pero aporta todavía más. Es una
cuestión de superación personal y aprendizaje humano mucho más allá del baile.
El social, en cambio, es un espacio para aprender de forma individual, pensando
en uno mismo y esperando flexibilidad. Si se tiene claro qué se quiere, ambas opciones son fantásticas. Son
experiencias muy distintas, y totalmente compatibles. Naturalmente, no se puede
empezar la casa por el tejado y es necesario saber bailar un mínimo en social
para aventurarse a un coreográfico.
Sinceramente, si no se tiene una situación personal en la
que no pueda asumirse un compromiso, es mejor no enfrascarse en una
coreografía, por uno mismo y por los compañeros.
Mi experiencia es más que positiva en ambos casos, y
agradezco mucho a todos mis profesores pero también a todas mis compañeras con
las que estos últimos meses hemos compartido tanto.
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