Cosas que los chicos deberían evitar en el baile


 Aclaración inicial


Escribo esta entrada llena de temor a que se malinterprete, pero adelanto que lo hago con la mejor intención y buen rollo. Hay cosas que llevo pensando desde que comencé a bailar y me consta que muchas chicas están de acuerdo.

Si cuando leéis esto algo os molesta, pido disculpas por anticipado. Tened en cuenta que:

    * Lo hago con actitud constructiva, pues sería incómodo e injusto decir ciertas cosas en el momento de bailar. Deberíamos poder hablar de las cosas abiertamente sin tomárnoslo mal.

    * Doy por sentado que nosotras también tenemos tela; de hecho, las pocas veces que he bailado de chico me ha parecido dificilísimo y las mujeres tampoco os lo ponemos fácil, hay cada una… En realidad me encantaría que me dijeras qué cosas hacemos mal nosotras y poder escribir un post sobre “cosas que las chicas deberían evitar en el baile”.

    * Es en clave de humor, y al final se trata de pasarlo bien y echarnos unas risas.


Dictar los pasos


Esto está muy extendido, y es terrible ya que le quita toda la magia al baile. Con frecuencia, te dicen explícitamente lo que tienes que hacer: “giro a la derecha, avanza, sigue caminando, lanzamos mano, doble giro…” En algunos casos es constante y en otros solamente en momentos clave de la figura. Si se hace puntualmente, tiene un pase, pero algunos tienen este vicio tan arraigado que no saben estarse callados.

¿Os suena la palabra indicar? ¿Acaso si la chica no entiende la figura la noche será una ruina y por eso elimináis riesgos con un dictado explícito? ¿Os imagináis que esto sucediera en otro ámbito, por ejemplo el sexo? Sería una pesadilla que tooooodo el tiempo uno de los dos estuviera diciendo “ahora te voy a acariciar aquí, ahora aparta el cachete para allá, pon la mano un poco más así, aprieta esto pero más hacia la izquierda, pero ahora levántate un poco más así, patatín, patatán, blablablabla…” Agotador.

Se siente, es vuestro rol contar, pensar en la figura y hacer que ella baile. No entraremos en si es más fácil, la cuestión es que la gracia de bailar reside en indicar con el cuerpo y ver qué sucede. ¿Y lo emocionante que resulta comprender ese lenguaje, desarrollar complicidad, incluso con un extraño?

Dicen que en el baileel hombre propone y la mujer accede o no, pero no está escrito en ningún lugar que tengamos que obedecer. A veces la chica no quiere hacer lo que le indican (porque no le gusta o no se siente cómoda, le resulta difícil y prefiere no arriesgarse a hacerlo mal…), y si la figura no sale… pues nada, ¡no es el fin del mundo!

Ahora en serio, si no sabéis indicar, aprended. Si la chica no sabe seguir, necesita aprender a seguir. Todo esto solo se consigue con práctica, y dar las instrucciones verbalmente no solo es un tostón sino que no ayuda a nadie.


Repetir lo que no ha salido bien


Tengo una noticia que daros: el baile social no es una clase. Lo sé, acaba de desmoronarse el mundo de muchos.

De acuerdo, en el baile social se aplica lo aprendido en la escuela, es una ocasión excelente para ensayar, pero si se ve que la chica no ha entendido algo, no le sale una figura, podéis tantear y hacerlo otra vez pero nunca debéis insistir.

Estoy segura de que la mayoría de veces no hay ninguna mala fe por parte del chico, pero debéis asumir que lo más probable es que vuestra compañera de baile no comparta vuestra obsesión por lograr ejecutar esa figura.

Pasarse con los consejos


Este punto es delicado, puesto que es muy delgada la línea que separa entre la crítica constructiva, tan necesaria para mejorar y tanto ayuda, con ir de sobrado. Sin embargo hay algunos individuos muy confundidos que creen que sus consejos van a convertirte en una salsa star, cuando lo único que van a conseguir es desmoralizarte o que pienses que son unos plastas.

Repito, se aprende mucho de lo que nos dicen, especialmente cuando nos señalan cosas de las que no somos. Sin embargo, hay un tipo de listillo que se pasa dando lecciones y que cruza los límites del sentido común.

Marisabidillo: aquel que, pese a darte consejos buenos, peca de intenso y te da demasiadas pautas. Aburren, desaniman, agobian… No pasa nada por equivocarse o bailar mal o querer ir despacio, y aunque algunas personas aprecien sus correcciones hay que distinguir entre aquellas que están receptivas y las que no, y no todo el mundo comparte la misma actitud de mejora. ¿Dónde está el límite? Muy sencillo, donde la otra persona empieza a no sentirse cómoda, y hay que ser capaz de detectar cuándo nuestros consejos no son bienvenidos. Otra cosa que no ven estos docentes frustrados es que su supuesta ayuda resulta contraproducente. Sobre todo al principio, cuando me sentía tan analizada, me bloqueaba y bailaba mucho peor que cuando lograba hacerlo con espontaneidad.

Culpabilizador: Resulta especialmente cómico cuando te señalan un error que sabes que no cometes, te enseñan algo equivocado o se quejan de algo que, ciertamente has hecho pero que, en realidad, ha sido causado por un fallo suyo. Parece que si no te señalan algo, no se quedan a gusto. ¡En realidad poco importa quién se equivoque! En serio, si quisiéramos un sermón iríamos a misa pero resulta que queremos bailar para divertirnos.

El malhumorado: sí, sí, maleducados los hay en todas partes y en el baile tampoco íbamos a quedarnos sin unos cuantos de estos ejemplares. Algunos te dicen cosas en un tono que parece que por tu culpa hayan perdido el campeonato mundial, otros con una mala hostia contenida que temes que te vayan a escupir en la cara de un momento a otro. Tampoco sienta nada bien cuando no te dicen nada pero te personan la vida con una mirada, un chasquido o un suspiro, aunque casi fastidia más cuando sueltan esa risilla condescendiente de ”aaay pobrecilla” acompañada de una sonrisa-mueca de tensión mal disimulada. Que les den.

El problema de estos profesores frustrados es que siempre hay alguna novata que les agradece toda su ayuda, y a lo mejor hasta les pide más consejos.  Pobrecilla, deseosa de aprender y sin criterio para descartar a los fantasmillas, no sabe que está alimentando a un monstruo.

Silbar o cantar


Muchos chicos silban o cantan mientras bailan en pareja, ya sea porque les gusta hacerlo, ya sea como tic nervioso porque les resulta violento mirar fijamente a los ojos tanto rato a la compañera de baile, y así tienen una excusa para gesticular. Algunos os preguntaréis: ¿Qué tiene de molesto que el pobrecillo silbe? Pues mucho.

Os recuerdo que la salsa es un baile pegado, se baila muy cerca, así que si el chico va silbando te está poniendo un aire acondicionado, parece una chorrada pero a mí me irrita un montón. Ese soplo constante es tan molesto de por sí, pero normalmente va acompañado de un olorcillo bucal que en la mayoría de veces no me apetece saborear. Podéis llamarme maniática.

Higiene básica


Cae tan de cajón que hay que ir limpio y aseado que este punto debería sobrar, pero todos sabemos que no. Quizá consideran que su Eau de Tigre es de lo más seductora y que no0s encanta vernos invadidas por su verdadero olor a macho; otros pensarán que su sudor es inodoro nada nos apetece más que vernos duchadas por cubos y cubos de sudor.

Por otro lado, la salsa es una actividad de mucho contacto, ya ni te digo la bachata o la kizomba, si ya en un contexto normal molesta estar cerca de alguien sucio, en el baile ni te cuento.

Arréglate un poco antes, hombre, que nadie aterriza sin querer en una sala de baile, igual que te pones unos zapatos adecuados y una ropa cómoda, vete lo más limpito posible!

Estar limpios: una cosa es sudar, y otra muy distinta el olor rancio del sudor acumulado y reposado, qué asco. Por no hablar de los que llevan ropa sucia que huele a mendigo. Náuseas. Se nota enseguida quien acaba de sudar o tiene un olor corporal fuerte, porque huele muy distinto del guarro pasota con mugre acumulada. Lo mismo si fuman o sospechan que les huele el aliento: si no se pueden lavar los dientes, al menos que mastiquen chicle como hacen tantos.

Alimentación: a veces van limpitos pero destilan un olorcillo a aliloli, o sus poros desprenden una curiosa fragancia a curri que si cierras los ojos te parece que estar en un bar de fritanga. Lo sé, fastidia privarse de comer algo que nos gusta pero por respeto a los que vayan a bailar con nosotros debemos cuidar este aspecto.

Sudor: no todo el mundo suda igual, y algunos empapan la camiseta con una facilidad pasmosa y parece que solo con dar dos pasos sus poros se vuelvan verdaderos grifos. Muy bien, esto no se puede cambiar, pero al menos algunos llevan camisetas de repuesto, se sirven de pañuelos o muñequeras y procuran bailar en zonas más depejadas. Por otro lado, si están empapados en sudor pueden evitar figuras más pegadas, que alguno está chorreando y te pone cabeza con cabeza, ¿estamos locos? Mira, chico, lo siento, pero evita ciertos movimientos o posturas.


Pedir perdón en exceso por equivocarse o saber poco


Me confieso culpable, yo también pido perdón cuando me equivoco, y al principio también iba advirtiendo de mi inexperiencia. Pero hay chicos que son unos verdaderos plastas con este tema, y una cosa es la humildad y otra el ser pesados. Otros llegan a dar penita. Lo entiendo, no pasa nada, pero de verdad que nadie nace enseñado, y el baile social no es una competición, así que la mejor manera de aprender y pasarlo bien es tomar esto con mucha naturalidad. Si alguien os hace sentir mal porque sepáis menos, el problema es suyo pero por ser imbéciles, y son ellos quienes deberían recapacitar.

Aceptar bailar si no quieres


Fastidia que te nieguen un baile, admitámoslo. Y más a las chicas, que estamos poco acostumbradas a las negativas. Pero somos mayorcitos y estamos capacitados para superar dicho trauma. Lo digo porque aunque da por saco que te digan que no, peor es que acepten el baile y no se moleste en disimular que lo hace por puro compromiso.


Poner cara de póker y bailar como si estuviera remando en galeras, o mirar al vacío sin esconder que tiene la cabeza en otra parte son algunas de las lindezas convierten el momento en un rato incómodo y eterno. Por favor, prefiero el corte de que me digan que no a la incomodidad de un baile robótico y por compromiso, en serio.


¿Qué opináis de esto? ¿Qué cosas hacemos mal las chicas?


Como he dicho antes, todo esto lo escribo de buen rollo, pero también si tenéis algo que decir me encantará que lo compartamos.

Además, sería genial poder escribir sobre lo que hacemos las mujeres que molesta o dificulta el baile. No os cortéis y ponednos verdes ;-)


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La falsa ilusión de controlar nuestras vidas

La casualidad se percibe como un parásito que tratamos de eliminar, no hay espacio para ella en nuestras vidas. Incluso los contextos en que supuestamente nos dejamos llevar, lo hacemos con unas variables muy cerradas para la improvisación. Confesémoslo, la incertidumbre nos mata, está en nuestra naturaleza: la religión, el destino, la ciencia, lo esotérico, y otros afanes por explicar y predecir demuestran nuestra incapacidad de gestionar lo que probablemente es puro azar y tratamos de darle un sentido a todo y dominarlo, sea o no de un modo racional.

Tenemos un plan, siempre es necesario tenerlo, y si no se pueden controlar todos los detalles, entonces recurrimos a un desplegable de planes b, c, y tantas letras del abecedario como sean necesarias para reducir al máximo el imprevisto. Trazamos una estrategia laboral a corto, medio y largo plazo, calculamos cuándo toca hacer locuras (siempre con mesura, sobra decirlo), cuándo asentar la cabeza, cuándo nos conviene enamorarnos, en qué momento es posible tener hijos, cómo debemos sentirnos a cada instante y qué papel se asigna a cada uno, en qué se convertirán nuestros hijos y cómo será su infancia, además de un larguísimo etcétera. Nuestros días están estructurados con una rutina, una agenda, apoyadas por herramientas tecnológicas y mil aplicaciones, consultamos incluso el tiempo que hará con la predicción meteorológica por horas, contar cada caloría y los ingredientes de lo que ingerimos, la limpieza y desinfección de todo como si fuera posible vivir en un entorno aséptico, nos hacemos todo tipo de controles médicos, test de orientación laboral y de estudios. Todo orientado a eliminar los riesgos, la incertidumbre y ser amos y señores de nuestras vidas.

No puedo evitar preguntarme de dónde nos viene esta tendencia. La gente que presume de ser organizada también suele hacerlo de desempeñar mejor cualquier cosa, de tener una seguridad. creemos que quienes se mantienen al margen de tal programación no llegarán nunca a nada. Puede que logren otras cosas, o puede que nos aterre admitir que tanto esfuerzo puede ser en gran medida en balde. Nos obsesiona que el azar arruine nuestras previsiones y perder el tiempo, sentirnos perdidos o no sacar el máximo de cada oportunidad. Pero me pregunto: ¿qué es el máximo. ¿Acaso esa tensión, que supuestamente nos aporta en unos terrenos, no nos hace perder en otros? Intuyo que toda esa falsa seguridad destruye opciones que tal vez serían maravillosas, nos enseñarían y nos harían más fuertes en caso de no ir sobre ruedas y nos liberarían de muchos quebraderos de cabeza. Lo paradójico es que aspiramos a tener control sobre las cosas para estar tranquilos, para disfrutar de garantías, pero es justo lo contrario: esa búsqueda de lo perfecto nos genera ansiedad en sí misma, nos vuelve inseguros y débiles, ya que cuando no lo logramos a veces nos derrumbamos, y nos impide aceptar que el universo es caos.

No está mal diseñar estrategias, prever, minimizar riesgos y prejuicios, pero no podemos hundirnos ante los imprevistos o la falta de control, incluso deberíamos aprender a disfrutar de la libertad que nos aporta poder improvisar. Hemos entendido mal la ecuación: que en ocasiones el azar conlleve riesgos y peligro no convierte la casualidad en algo peligroso, a veces lo mejor ocurre porque sí. Bienvenidas las sorpresas, el azar, hay que estar preparados para que las cosas no dependan de nosotros. Y no me refiero a aceptar que hay una explicación a la cual no llegamos, tomar la fe por presupuesto, sino darnos cuenta de que hay cosas externas que ocurrirán sin más. ¡Renunciemos a esa ilusión! Nosotros somos solamente un elemento más de una ecuación enorme llena de factores desconocidos e incontrolables. Aunque nos resulte inconcebible, es posible construir la vida alrededor de la coincidencia y aceptarla como tal. Tengamos un plan, pero que no nos ciegue: que sea este un esbozo en continuo enriquecimiento y olvidemos la inflexibilidad que tanto daño puede hacernos y tanto nos limita.

Abracemos la libertad, estemos receptivos, relajémonos, en definitiva; liberémonos de la pesada carga de ser los falsos dueños de todo lo que ocurre. Replanteémonos también si aquello que que aceptamos dominar lo hemos elegido nosotros o si ha sido impuesto y en realidad nosotros solo somos meros ejecutores; plantémonos por qué no lo hemos cuestionado antes y, sobre todo, quién gana con ello. 




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6 cosas que le ocurren a un salsero en una disco normal


¿Cómo he llegado yo aquí?


La mayoría de los que vamos a discotecas y clubs donde se pone y baila música latina en España, no lo hemos hecho desde siempre. La mayoría (de acuerdo, no todos, pero casi) empezamos a bailar ya de adultos, después de años frecuentando lo que podríamos llamar bares “normales”. Normalmente, cuando empiezas a ir a clase, se organizan salidas puntuales, pero gradualmente estas se vuelven más y más frecuentes hasta que se invierte la proporción, y al final las salidas a los lugares “normales” se vuelven casi testimoniales. Vale, tenéis razón, los lugares de salsa no son anormales pero no son la opción más habitual en este país.

La transición es paulatina y nos vamos acostumbrando, sin darnos cuenta, a los protocolos y normas tácitas del mundo del baile. Pero siempre llega un día en que tienes un cumpleaños, tus amigos de siempre te reclaman, sales con los compañeros del trabajo… Y ahí te ves, sintiéndote tan fuera de lugar, (como dice Sabina, “extraño como un pato en el Manzanares”, pero también nos serviría el Llobregat), puede que aburrido o puede que no, pero sin duda pensando que deberías estar en otro lugar y comparando sin quererlo con tu club salsero habitual. Según el humor que tengas puedes tomártelo a coña y observar desde fuera, sorprendiéndote de que antes tú fueras como aquellos que te rodean y que ahora observas como quien estudia una tribu de una isla remota. En el peor de los casos, dependiendo de las circunstancias y de tu carácter, te frustras y pasas una noche no muy divertida, jurándote que no volverás a un lugar así.


Un salsero fuera de lugar


1. Te han desterrado de la civilización: ahí no hay reglas, todo es caos, da igual la edad de la gente del local, todos adoptan el comportamiento de un niño de siete años con las hormonas de un adolescente, la gente se mueve a empujones… A veces resulta divertido pero a veces algo molesto, especialmente cuando empiezan a gritar y retroceder al Neanderthal. En un lugar salsero te piden para bailar, te dan margen para rechazarlos sin ofender a nadie, la gente tiene un mínimo de conversación: se saluda, se despiden después de cada baile con un “gracias” y dos besos, y por lo general reina el respeto.

2. El acoso es directo y sin disimulos: esto es lo más curioso, pero aunque los bailes latinos son sensuales y sus clubs tienen fama de ser Sodoma y Gomorra, es justo lo contrario. Ciertamente, los movimientos del baile en sí son provocativos y muchas veces muy pegados, pero todo se hace como un teatro que normalmente termina lo que la canción, asegurando el respeto y la comodidad de ambos. En cambio, en los llamados lugares normales, la normalidad en este aspecto brilla por su ausencia: te soban al pasar, vienen y se te echan encima, te dicen las cosas más groseras que cualquiera diría que han ido a la escuela de albañilería, y raramente se produce una conversación más allá del unga-unga.

3. Van borrachos: en realidad, este punto explica los anteriores. Los salseros apenas beben ya que entonces no bailan bien, y si lo hacen lo queman puesto que se pasan la noche moviéndose. Por otro lado, no termino de entender por qué emborracharse justifica lo anterior, el alcohol desinhibe pero no nos cambia, y es que ya dicen que “ningún borracho come mierda”. Perdón, heces. No quiero herir sensibildades.

4. Bailas diferente al resto: En salsa no pasa nada por dejarse llevar por la música, hacer movimientos exagerados y fliparse como si fueras el protagonista de Fiebre del Sábado Noche. Además, tienes tus recursos, y mientras otros no bailan o se caen, tú te reprimes por no moverte como te gustaría: primero, porque no tienes espacio; segundo, notas que tus movimientos son malinterpretados y a tu alrededor creen que quieres que te contraten como gogó o que los acosadores sexuales centren su atención en ti. Si eres chico, en cambio, este puede ser tu mejor punto porque impresionas a todas las chicas: sabes llevar el ritmo y hasta marcarles una vuelta, ¡ya no digamos si tú mismo das algún giro! Te has convertido en Patrick Swyze en cuestión de segundos y todas se vuelven locas por bailar contigo, es tu momento.

5. Suena una canción de ritmo latino: incluso cuando no te gusta el merengue, lo darás todo si ponen alguna canción pachanguera. Cada vez hay más canciones de salsa y bachata que se cuelan en las listas generales, y en muchos sitios pueden sonar algunas de ellas. Empiezas a oír la música, por fin una canción conocida, te emocionas… Y el chasco es peor cuando caes en la cuenta de que no tienes con quién bailar. Es el momento de mayor ansiedad de toda la noche.

6. Si vas con otro salsero camuflado: con un poco de suerte, habrá alguien más con quien puedas bailar, y empezaréis a corromper los ritmode música y bailando todo con vuestros pasos, y es que, a partir de determinado momento, todo se vuelve salseable, bachateable y kizombable, ¡y que te quiten lo bailao! Puede dar lugar a grandes risas, y los demás os mirarán como si hubierais aterrizado de otro planeta.

 Cómo detectas a los intrusos en una salsoteca


También ocurre la situación anterior, y de vez en cuando ves a gente que desentona por los cuatro costados. Normalmente son guiris, ya sea porque quieren salir entre semana y los locales de salsa tienen sesiones a diario, ya sea porque creen que la salsa es típicamente española, igual que lo son los sombreros mexicanos y las sevillanas bailadas en todo el país.

Son inconfundibles por los siguiente:

1. Están en mitad de la pista: no hace falta ser salsero para ver que la gente se ubica a los lados para dejar  a los bailarines el mayor espacio y comodidad; ¡esto es sagrado! La gente normal suele darse cuenta de ello incluso en la primera excursión al mundo de la salsa, pero alguna gente tarda más en conectar las cosas… Resultan muy molestos.

2. Lo peor, lo hacen con el cubata en la mano: Nosotros esforzándonos por cuidar nuestros zapatos como el tesoro que son, no sacándolos nunca a la calle, cepillándoles la suela de vez en cuando, y estos visitantes dejando todo el suelo pegajoso, cayéndoseles los vasos (porque claro, vienen del ambiente “normal” en el cual se bebe, se caen cosas, etc) que dejan cristales que estropearán nuestros preciosos zapatitos. Para matarlos…

3. Van con los bolsos cruzados. Las salseras nunca bailarían con un bolso encima, ni con la chaqueta, ¡jamás! Y no es por vanidad, que también, sino por una cuestión práctica: suficientemente chungo es dar vueltas, giros y demás movimientos como para encima hacerlo con algo desestabilizador, no es una opción. Estos visitantes, en cambio, lo intentan con toda la casa a cuestas, como si no supieran de la existencia del guardarropa.


4. No saben bailar y no les importa. Este punto me parece genial, ¡bien por ellos! No soy nada partidaria del sentido del ridículo tanto nos limita y la música está para disfrutarla, sea cual sea nuestro punto de partida.


¿Os habéis visto en esta situación?



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Origen de algunos refranes como "ser un viva la Virgen" o "a buenas horas mangas verdes"

El lenguaje, a veces un desconocido


A diario usamos expresiones, refranes, frases hechas, y en muchos casos lo hacemos sin saber su origen.  Me divierte especialmente tirar del hilo dan origen a todas estas paremias, ya que en ocasiones no son nada transparentes para el hablante de hoy en día.

Muchas las hemos heredado y se usan por tradición, pero si tiramos del hilo damos con anécdotas, acontecimientos históricos, concepciones del mundo de la época que los origina, etc. 

Algunos ejemplos


Hay muchísimos libros sobre el asunto y el Instituto Cervantes tiene un refranero multilingüe interesantísimo, el asunto daría para un blog exclusivamente centrado en este tema.

Aquí van unos pocos:
 

Salir rana
Significado: decepción o fracaso ante algo que había generado expectativas.
Origen: los pescadores de ríos y pantanos lanzaban sus cañas al agua; cuando notaban el tirón, creían haber atrapado un pez, pero se llevaban un chasco cuando veían que en su lugar tenían un anfibio viscoso.
Nota: quizá por culpa de los cuentos, pero siempre pensé que hacía referencia al beso que las princesas daban a las ranas para que se convirtieran en príncipes. ¡Pues no!


Ser un viva la Virgen
Significado: ser una persona irresponsable, despreocupada e informal, tiene connotaciones muy negativas. Para mi sorpresa, existe la palabra vivalavirgen y está recogida por la RAE.
Origen: cuando en los barcos marineros se mandaba a la tripulación que formaran filas, tenían que ir todos cuanto antes dejando lo que estuvieran haciendo en ese momento. El último en llegar a la fila debía dar el grito “y que viva la Virgen”. Si había un compañero especialmente rezagado, patoso o irresponsable, solía ser el que más habitualmente tenía que repetir la frase, y se lo apodaba con “ser un viva la virgen” por reincidente.
  

Lo que no mata engorda
Significado: lo que no nos daña nos hace más fuertes y mejores.
Origen: aunque hoy en día se percibe el engordar como algo negativo, antiguamente se asociaba ser voluminoso con salud y riqueza.


De perdidos al río
Significado: llegar hasta las últimas consecuencias de algo incluso cuando los riesgos son muy altos; se emplea para expresar resignación cuando se prevé que algo podría no terminar bien.
Origen: Está relacionado con la estrategia militar de acorralar al enemigo contra el río, para tener mejor capacidad de maniobra y sus salida para obligarlo a rendirse o morir.


Quien se fue a Sevilla perdió su silla
Significado: el que se ausenta o e distrae, pierde su privilegio.
Origen: El refranero multilingüe del Instituto Cervantes cuenta lo siguiente:
«Este refrán está basado en un hecho histórico: durante el reinado de Enrique IV (1454-1474), rey de Castilla, se concedió el arzobispado de Santiago de Compostela a un sobrino del arzobispo de Sevilla, Alonso de Fonseca. Dado que la ciudad de Santiago estaba un poco revuelta, el sobrino pidió a su tío que ocupara él el arzobispado de Santiago para apaciguarlo, mientras él se quedaba en el arzobispado del tío, en Sevilla. Y así fue hasta que Alonso de Fonseca, una vez pacificada Santiago de Compostela, quiso volver a Sevilla. Como su sobrino se negaba a abandonar Sevilla, hubo que recurrir a un mandamiento papal a la intervención del rey castellano y al ahorcamiento de algunos de sus partidario».

A buenas horas mangas verdes
Significado: lamento de que algo llegue tarde y cuando ya no es de utilidad.
Origen: antiguamente, existían grupos armados llamados “Santa Hermandad”, instituidos por Isabel la Católica, encargados de velar por la seguridad en las afueras de las ciudades. Perdonad el anacronismo, pero era como una patrulla policial de la época.  Parece que en sus inicios este cuerpo era especialmente eficiente pero que con el tiempo fue perdiendo disciplina y la gente se quejaba mucho de ellos. Como su uniforme incluía mangas de color verde


En martes, ni te cases ni te embarques
Significado: por superstición, se aconseja no emprender acciones importantes en martes, prefiriendo cualquier otro día de la semana.
Origen: el martes está consagrado a Marte, dios romano de la guerra, razón por la que este día de la semana se asocia con el mal augurio. He encontrado otros refranes, menos usados hoy en día, que también demuestran que popularmente se consideraba el martes un día aciago: En todas partes tiene cada semana su martes y Para un hombre desgraciado, todos los días son martes.



¿Qué os ha parecido?


¡Espero que os haya resultado interesante! Si tenéis alguna historia relacionada con el origen de refranes, proverbios, frases hechas etc podéis compartirlos; si os interesa conocer el significado de alguno en particular, también puedo intentar averiguarlo.

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Lyon











Inicio un poco accidentado


El viaje en Blablacar comenzó de un modo algo surrealista. Me costó Dios y ayuda contactar con el conductor para concretar hora y lugar en Barcelona. Salía desde Almería y tenía que pasar en Barcelona para recogernos a mí y a otro chico, y debíamos encontrarnos sobre la una de la madrugada en Sants. No hablaba ni papa de español, pero me escribía (deduzco que usando un traductor online) diciendo que cuando llegara otro pasajero que hablaba español me llamarían.

Cuando me llamó el chico en cuestión me quedé bastante desconcertada al decirme que los tipos con los que viajaba no le daban ningún buen rollo y que no permitiría que su hermana o su novia viajaran en estas condiciones. Parece que eran tres chicos de Argelia, primos entre sí, según él apestaban y paraban cada dos horas para rezar. Me entró el miedo, claro está, pero me sentía un poco vendida porque no veía el modo de irme a chamonix si a ultima hora decidía no subirme con ellos. Volví a llamarlo al cabo del rato y, charlando con él, llegué a la conclusión de que podía estar exagerando. Parecía un poco conservador y me di el margen de pensar que a lo mejor no había para tanto. Incluso él se arrepintió de haber sido tan tajante con su juicio, porque al cabo del rato me escribió intentando suavizar  las palabras que había dicho hacia un rato. Tomé la decisión de presentarme ahí  y dejarme llevar por mi intuición al verlos.

Llegaron dos horas tarde y cuando los vi aluciné. Era la típica furgoneta cargada hasta los topes, con la baca llena y venían desde Argelia con la casa a cuestas. ¿Quién no ha visto coches así, especialmente viajando por Andalucía, con familias que atraviesan Europa para ir a sus países de origen? Lo que nunca imaginé es que terminaría viajando en uno de ellos.



Cargando la baca 
Cuando los conocí no me causaron ninguna mala impresión. Eran jovencillos y no iban mal vestidos, por suerte no olían mal y se mostraron muy amables conmigo, el coche estaba limpio, abarrotado pero bien, y dieron por sentado que yo viajaría en el asiento de delante. Me dieron una manta, cojines (todo con olor a suavizante recién lavado) fruta y almendras y se desvivieron en atenciones. No eran babosos y no parecía que tuvieran maldad, al contrario, eran extremadamente considerados y amables, me trataron como a una princesita. Lo que sí era cierto de todo lo que me había dicho el chico (que se había bajado antes y no viajaba con nosotros) es que iban terriblemente despacio y que paraban cada dos por tres a rezar. Íbamos los tres primos, un chico suizo estudiante erasmus y yo.

Aquello era una Torre de Babel sobre ruedas: dos de ellos hablaban muy mal inglés y otro solo árabe, sabían palabras sueltas en español y yo algunas en francés. Nos entendíamos con su ingles rudimentario, gestos y onomatopeyas, y además con la ayuda del chico suizo que de vez en cuando traducía al francés, y ellos a su vez lo decían en árabe para que el chico más jovencillo se enterase. La conversación fue muy interesante y estuvimos hablando de todo tipo de cosas: desde asuntos triviales a temas de religión, me contaron muchas cosas del islam que no sabía y la conversación era suficientemente constructiva como para hacerles preguntas y dar mi opinión sobre aspectos delicados, como el papel de la mujer en el Islam. No estaba de acuerdo con muchas de las cosas que decían y dudo que pudiera convivir con ellos en una amistad continuada  pero como compañeros de viaje fueron perfectos. Traían frutos secos, unas pastas caseras riquísimas y los dátiles mas ricos que he comido en mi vida. Todo lo compartían y eran más que amables, extremadamente delicados. Me alegro mucho de haberlos conocidos compartido aquellas horas con ellos. Lo único que extrañé era no poder poner música, ya que uno de ellos era especialmente rígido en temas de religión: ni musica ni contacto físico con mujeres ajenas a su familia, lo que implica que al despedirse de mí no quiso ni darme la mano, pero eso no quita que fuera igualmente cortés y simpático, se preocupara por que estuviera cómodo y me diera conversación y se interesara por el intercambio de puntos de vista más allá de temas superficiales. Se  preocuparon mucho por mí cuando me dejaron en Lyon con el chico de couchsurfing con el que me hospedaron y se ofrecieron a llevarnos en coche donde hiciera falta, ir a cenar todos, e incluso me ofrecieron que durmiera en su casa. Disfruté de todo lo bueno que había oído de la hospitalidadárabes. 

Una sorpresa muy agradable fue despertarme y ver que nos habíamos detenido a descansar, y ver amanecer desde el mar de un modo tan espectacular:


Lyon


Una vez en Lyon y ya instalada en casa de mi anfitrión, fuimos a recorrer la ciudad. Este chico, de origen checo pero criado en Francia, solo lleva dos semanas en Lyon porque acaba de mudarse al haber encontrado trabajo allí, así que conocer los lugares turísticos era una experiencia nueva para ambos. Conocer a este chico que me alojaba ha sido otra de las gratas sorpresas hasta el momento, pero a diferencia de los acompañantes en blablacar de él sí espero algo más que una simple coincidencia pintoresca,  ya que me ha parecido una gran persona cuya amistad merece la pena conservar. Es un viajero empedernido y acaba de regresar de estar un año y pico viajando por Asia haciendo autoestop. Las anécdotas que cuenta son dignas de un guión cinematográfico y las fotos que tiene son fantásticas; tengo unas ganas locas de echarle un vistazo a su blog.


No sabia que Lyon fuera tan ciudad, me la imaginaba más provinciana, pero parece que es la segunda ciudad más grande de Francia, solo superada por París. El centro está muy buen conservado y es muy cuco, con una parte renacentista muy interesante. Toda la cuidad se ha construido a las orillas de un río muy ancho que puede cruzarse por varios puentes. Hay una colina coronada con una iglesia preciosa y desde ahí se pueden admirar unas vistas increíbles de toda la ciudad.


Me gustó especialmente el anfiteatro romano, enorme y muy bien conservado. Parece que con frecuencia se dan conciertos ahí, y además de buena acústica urbe unas vistas sorprendentes de toda la ciudad ya que se encuentra en un punto algo elevado.









El segundo día fuimos a un mercadillo y un mercado tradicional, para luego ir a un parque enorme muy bonito. Es una pena que lloviera y tuviera que ir con  chubasquero la mayor parte del tiempo. Luego fuimos a tomar algo pero, al ser domingo, nos costó horrores encontrar un lugar abierto como el que quería. Mi antojo no era nada del otro mundo: quería un bar donde degustar alguna cerveza local, pero todo estaba cerrado. Solo encontrábamos lugares de comida rápida, sushi barato y kebabs. Finalmente, después de más de una hora y un par de intentos fallidos, hallamos el lugar adecuado, y valió la pena porque estaba la mar de rica. Así como me ha parecido que los supermercados tienen unos precios muy similares a Barcelona, los bares son notablemente más caros: una cerveza cuesta entre tres y cuatro euros, qué locura.




Próxima estación, Chamonix


Luego solo he tenido tiempo de dirigirme al punto de encuentro con la chica que me lleva a Chamonix. Parece muy maja y tranquila, igual que los dos chicos que van detrás. Llevo varios días de mucho tute, por lo que agradezco que el ambiente del coche sea más bien sosegado y vayamos caso todo el tiempo callados, porque así tengo tiempo de descansar y escribir estas líneas.

Llueve con tanta fuerza que parece que vacíen cubos desde el cielo, qué pereza. Aún así el paisaje es precioso y las montañas impresionan, es una pena que con mi cámara no pueda sacar buenas fotos. En una hora llegaré a casa de mi hermanita, qué ganas tengo de verla. Esta noche espero subir esta entrada y en los próximos días buscaré un ratito para contar lo que vea por ahí.

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El baile, esa droga natural


 Bailar, placer inefable al alcance de todos


Cualquier intento de explicar lo que siento con el baile está condenado a fracasar, pues siempre sonará demasiado entusiasta, cursi, exagerado, y me parecerá alejado de la realidad. Algunas cosas solo pueden experimentarse, con suerte compartirse, pero no ser dichas. Esta condición inefable también lo hace muy particular.


No hace falta haber asistido a clases o conocer unos pasos concretos para poder disfrutar del baile, es algo casi instintivo y al alcance de cualquiera. Ciertas personas tienen especial facilidad, otras sienten más o menos vergüenza, mientras que algunas se muestran más reacias a soltarse o necesitan circunstancias especiales: estado de euforia, alcohol, absoluta intimidad en el espejo de casa… Pero todo el mundo, en algún momento, ha experimentado el placer de liberar el cuerpo y la mente al  ritmo de la música. No estoy hablando de bailar bien o mal sino del goce que puede proporcionar ese momento de libertad. Pocas cosas aportan tanta plenitud, nos hacen sentir tan completos y tan centrados en el presente como esos instantes en que la música, nuestro cuerpo, nuestra mente y nuestras emociones se funden en el baile.


La rutina y lo excitante


Nuestra sociedad tiene una relación de amor y odio con la rutina. Por un lado, nos esforzamos  por construirla y cultivarla, se nos dice que aspiremos a la estabilidad y nos conducen a una estandarización del individuo: desde que nacemos hay un plan trazado para nuestra vida, aunque no todo sea explícito, te dicen qué es normal y qué no lo es, a qué debes aspirar y cómo debes sentirte. Sin embargo, al mismo tiempo, nos dan otros mensajes también con mucha insistencia que se contradicen con esta premisa: sé único, construye tu identidad con principios narcisistas, procura ser diferente y especial, rompe con las reglas, vive en la euforia, que todo te aporte emoción y te dé un subidón, aburrirse o aburrir es un pecado mortal, aprovecha el tiempo de forma casi frenética, etc. Estamos abocados a ansiar cosas contradictorias, como  si dos cuerdas invisibles atadas a nuestras extremidades tiraran en direcciones opuestas: intensidad y estabilidad, seguir el camino trazado bajo la aprobación ajena pero anhelando sentirnos únicos y especiales. Esto nos genera una gran presión e incluso conflicto, y de hecho hay muchísima gente que sufre de depresión o ansiedad; en mi humilde opinión, estas tensiones tienen mucho que ver en ello.

Tampoco creo que una vida sin exigencias y exclusivamente enfocada al ocio pueda proporcionar la felicidad. ¿Cómo apreciaríamos el día si no existiera la noche? Necesitamos ambas cosas, quizá muchos se equivoquen a la hora de encontrar la proporción adecuada, incluso a integrarlos mejor, y es probable que debamos esforzarnos continuamente en hallar ese equilibrio. Nadie ha dicho que esta conciliación sea sencilla, y a veces vivimos una especie de esquizofrenia o doble vida: trabajamos mucho y a veces cumpliemos con nuestros roles sociales o familiares llevando una máscara, haciendo lo que se espera de nosotros pero, por suerte, encontramos una rendija por la que dar vía suelta a nuestras pasiones. Algunos buscan esta intensidad de emociones en la fiesta, otros  las relaciones sociales o el ligoteo, otros se centran en su vida profesional, incluso quien lo sustituye con sustancias como el alcohol u otras drogas; pero también existe la posibilidad, además, de encauzarlo a través del  deporte, el baile u otra afición artística, interés por cualquier tema.


Cada loco con su droga


Mi hermana se siente afortunada por haber encontrado en la escalada todas aquellas emociones positivas que antes buscó en otras cosas: el subidón y la euforia, la energía, los retos, el contacto con la naturaleza, etc. Tengo amigos que no imaginan sus vidas sin su afición favorita, ya sea el surf, el montañismo, el buceo o cualquier otro deporte, y construyen gran parte de su vida y su identidad alrededor de ella. Con el baile me sucede lo mismo: es divertido, tiene un componente social, de reto físico, llena muchos huecos, pero no es un simple sustituto de nada, es en sí mismo una fuente inagotable de satisfacciones. Como dice mi hermana, es una droga natural. Sí, sí, he dicho droga, porque tiene algo adictivo. Si estás enganchado, necesitas tu dosis periódica, y cuando te falta te sientes decaído, ansioso o malhumorado.

Ahora está de moda hablar de hormonas, y la adrenalina, endorfina, serotonina, y demás “inas” aparecen en toda conversación de café, y parece que cuando nos drogamos lo que hacemos es buscar de forma artificial y con mayor intensidad aquello que nuestro cuerpo es capaz de proporcionarnos. No sé si es adicción, pero bailando me siento feliz, una intensidad que nada más me proporciona. Me he visto a mí misma agotada, yendo a trabajar con los pies doloridos y los ojos cerrándoseme de sueño por haber salido entre semana, pero con una sonrisa de oreja a oreja. Prefiero estar cansada y feliz que relajada en una vida gris. Lo más curioso es que luego no me cuesta sacar las fuerzas, un par de tés  pa’alnte, y todo se vuelve de otro color.

Este es el momento de las confesiones. Admito que cuando he estado tiempo sin bailar he experimentado bajones y cambios de humor. Cuando una noche de baile prometía ser estupenda y al final se ha torcido mi reacción no siempre ha sido la de una persona madura sino que he dado una dimensión desproporcionada a lo que debería ser un simple chasco. Cuando me he sentido angustiada, lo primero que ha venido a mi mente ha sido salir a bailar, y lo más gracioso es que, hasta ahora, sí ha sido un alivio contra casi cualquier pena. Sin darme cuenta, priorizo los planes de baile y construyo mis viajes y vacaciones en gran medida en función de la salsa. Y para qué negarlo, raramente tengo suficiente sino que va in crescendo y sin vistas de parar. De acuerdo, soy adicta al baile, ¿y qué?

¿Vosotros también sois yonkis de la danza u a otra cosa? ¿Tenéis algo que confesar?


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Annecy, la Venecia alpina










Pude pasar muy poquitas horas en Annecy pero suficientes para enamorarme del lugar. Se pronuncia /ansí/, no /anesí/ como yo pensaba. Es otro pueblecito a una hora en coche de Chamonix pegado a un lago impresionante. Como mi Blablacar a Barcelona me recogía ahí a las once de la mañana, me llené de coraje y me pegué un madrugón de campeonato para estar ahí  a las ocho de la mañana y ver al menos lo principal.

Por suerte el lugar lo merecía, porque cuando caminaba por la carretera de Chamonix todavía de noche a las siete de la mañana, con un frío glaciar y habiendo perdido mis guantes, arrastrando mi equipaje por una cuesta llena de barro, sin haber desayunado... En esos momentos empecé a sentirme un poco imbécil.

Me dejaron al lado del lago y ese momento fue increíble, me quedé hipnotizada viendo el agua, y pese al frío estuve ahí casi tres cuartos de hora. Viendo cada detalle, cómo iba cambiando el reflejo y la vista de las montañas del fondo a medida que el sol estaba más alto, habría fotografiado cada instante.

Después paseé por el centro, viendo los canales, la famosa casa en forma de barco,las calles de piedra. Es una ciudad del s. XII contruida inicialmente sobre una isla y pegada a un lago, llena de zonas verdes, puentes y canales; son característicos los edificios con soportales y pintados de colores. Como pega, diría que quizá tiene un punto artificial de escaparate turístico demasiado acentuado, con excesivo número de tiendas de souvenirs o comida típica, pero la verdad es que todo es precioso.










 Para mí ha resultado un lugar mágico, de esos lugares que cautivan e hipnotizan.







  








La concentración de pastelerías de delicatessen también llamaba la atención, pero en ellas, en cambio, sí veía a gente local comprando. En un par de ellas había cola desde las nueve de la mañana, por no hablar de las boulangeries y muchas otras tiendas de comida para llevar elaboradísima, digna de una recepción de embajadores. Me comí el mejor brioche que he probado en mi vida, creo que estaba hecho con azúcar glass, despilfarre de mantequilla y yemas extra, porque la textura, sabor y color eran de otro mundo. Para compensarlo, sus habitantes son especialmente deportistas: a primera hora de la mañana, el lago estaba rebosante de gente corriendo pese al frío y la llovizna, y dicen varias reseñas que es un lugar especialmente volcado al deporte. Muy bien.

Me queda visitar el Castillo, la antigua prisión y pasar más tiempo en sus calles, deseablemente bajo mejor clima. Ha sido el broche de oro a un viaje genial, y no descarto regresar.


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