El Camino crea adicción
Los que en alguna ocasión hemos hecho el Camino de Santiago
nos hemos encontrado con peregrinos veteranos: gente que, recurrentemente, ha
vuelto a andar el Camino, entero o por tramos, optando por alguna de sus variantes, por ejemplo el del Norte o el Primitivo; a veces es inmediatamente, en ocasiones median muchos años entre cada una de las aventuras, pero a la larga muchos repiten. Se percibe que mucha gente se
encuentra a gusto en las jornadas de caminante que expresan su deseo de
regresar, aunque luego las circunstancias de su vida no siempre les brinda la
oportunidad de hacerlo.
Recorrer todos esos kilómetros con la mochila puede ser
duro: el cansancio físico, el sol, el peso de la mochila, la falta de
comodidad, pero algo tiene de adictivo. Al terminar esta fase, algunos sienten
añoranza de caminar, una especie de síndrome post Camino, porque la conexión
con uno mismo y el crecimiento personal que se produce son indescriptibles. En el Camino se requiere acción y superación, a la vez que la reflexión y la tranquilidad aparecen como arte de magia. Cada uno encuentra lo que busca, pero no de forma mística, sino porque todo está a tu alcance. Tu vida se reduce a lo esencial, y con las vidas tan complejas que llevamos, este es el mejor premio al que podemos optar. Incluso hay quien desarrolla apego a la mochila, la austeridad y la facilidad
de establecer vínculos con otros se echan de menos después del Camino.
Algunos acuden por deporte, otros por espiritualidad, otros van sin saber muy bien cómo será. La mayoría se sorprende alcanzando logros que no se imaginaba, pues se tienen por personas poco constantes o nada deportistas. Al final, todo el mundo puede. Otros, en cambio, más arrogantes y seguros aprenden en el Camino que también tienen límites, pues en ocasiones los más fuertes son los que subestiman la dificultad. Es duro, pero te enfrentas a ti mismo, no a los demás, y cuando te examinas siempre tienes algo que aprender. Quien lo
ha experimentado, sabe de lo que hablo.
Despójate de tus anteriores Caminos
Sin embargo, al Camino hay que ir con mente abierta, dejar
atrás los prejuicios, incluso los buenos recuerdos de otros Caminos. Tengo
amigos que, entusiasmados en su primera experiencia peregrinos, se han sentido decepcionados
cuando se han calzado de nuevo las botas y se han puesto a caminar, pues su
primer recorrido dejó unas expectativas que les han impedido gozar de lo nuevo. El Camino es como el río de Heráclito, nunca se recorre dos veces. Tú habrás cambiado, los acompañantes que se te cruzarán no serán iguales que antaño, ni siquiera el Camino es el mismo.
Temo que me ocurra lo mismo, especialmente ahora que me
dispongo a recorrer la parte más turística del Camino. Hasta ahora siempre he
pasado por zonas menos transitadas, aunque a medida que me acercaba a Santiago podía sentirse al afluencia de grupos grandes, estudiantes, poco a poco se va volviendo más menos íntimo. Esta vez empiezo en el punto más lejano que llegué, en O cebreiro, y planeo llegar hasta el Mar, donde termina Occidente.
El tramo final y los Turigrinos
Hay que recorrer al menos 100 km para obtener la Compostela,
documento que certifica que el peregrino ha realizado las etapas correctamente.
Por la ley del mínimo esfuerzo, un porcentaje altísimo de gente decide hacer
únicamente ese último tramo con el objetivo de tener su papelito, razón por la
que estas últimas etapas están masificadas, llenas de gente que acude al camino
sin el mismo interés y la sencillez que en las demás etapas. De acuerdo que el
Camino conlleva alegría y vínculos personales, aporta diversión social, pero
también tranquilidad y recogimiento, es un ejercicio de respeto y buena
convivencia. Cuando se juntan excursiones escolares ruidosas, grupos de gente
convencida de por el alboroto del grupo más que de la sobriedad con más
espíritu de romería y fiesta que deporte, se pierde parte del encanto.
Empieza a suceder una competición soterrada y maliciosa
entre algunos peregrinos: gente a quien le llevan la mochila en coche y se la
dejan en la puerta del albergue, temerarios que prácticamente caminan de noche
para llegar antes que nadie al albergue, y todo tipo de picaresca que hace que
el peregrino que lleva un ritmo normal lo tenga complicado para disfrutar de los
albergues. Toca dormir en polígonos, pagar bastante más o unirse al estilo
marrullero.
Mi Camino
Me preocupa el ambiente en esta última etapa, si lo recorro
es porque quiero experimentar el Camino en su totalidad, pero lo que realmente
me motiva es Finisterre. He desempolvado mi guía y mi carnet, veo que le quedan pocos huecos, seguramente tendré que hacerme con un carnet nuevo.
Sé que estas cosas no se pueden pedir, pero, irónicamente, de este Camino espero más que nunca tranquilidad, soledad y reflexión. No digo que no quiera conocer gente, pero voy más a encontrarme a mí misma que a otras personas.
Estoy muy agradecida a todos los amigos que ya me
habéis preguntado si seguiré escribiendo el blog. Claro que sí, esto nació
justo para compartir mi recorrido con ese grupo reducido de personas que
siempre está ahí.
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