La felicidad no tiene fórmulas ni atajos: la trampa de la autoayuda

Una vida llena de presiones e incertidumbres

Saber qué queremos puede ser difícil, especialmente para los que hemos nacido en un entorno con tantas oportunidades y posibilidades a nuestro alcance. Hijos de la abundancia, con tantos recursos y tantas opciones y demasiado a menudo paralizados ante el sobrecogimiento y a veces el miedo. ¿Miedo a qué? Se supone que con tantas opciones todo está a nuestro alcance, que si no lo logramos es porque no lo hemos intentado con suficiente determinación.

A veces resulta difícil responder a las expectativas que da miedo fallar, incluso nos olvidamos de si lo que queremos lo hemos elegido o nos lo han inculcado a base de tanta repetición; otras, nos sentimos bombardeados con tanta presión (bienintencionada, pero igualmente dañina) que nos bloqueamos y no sabemos hacia dónde caminar.


La luz al final del túnel... o no


Hay muchos vídeos motivadores en la red mostrando gente en condiciones durísimas que logran sobreponerse y finalmente lograr metas mucho más ambiciosas que gente que aparentemente no tenía dichos impedimentos. Lo último que quiero es restarle mérito a esta gente, tienen todo mi respeto y admiración. Pero creo que en su caso ha habido una selección natural: como no basta con una fuerza de voluntad media, o sobresalen mucho o se hunden, por eso muchos de ellos han llegado tan lejos.
 
Mientras vemos esos vídeos, parece admirable que, habiendo gente con este empeño y energía, condicionantes físicos y de salud serios, situaciones personales insostenibles, golpes de mala suerte, etc, y que ha podido salir adelante sea de  podido salir adelante y por momentos se nos contagia el optimismo. Comparando con sus estados de partida, resulta ridículo que haya depresiones, ansiedad, trastornos de la alimentación, fobias, etc. entre gente corriente. Parece que con un par de pensamientos sencillos, algunos modelos adecuados y poco más podamos encontrar la receta de la felicidad. Insisto en no querer restarle valor a sus testimonios, pero ni la felicidad es una receta ni está en los vídeos, conferencias o

libros de autoayuda.


Felicidad sin recetas


La felicidad es algo más complejo que cuatro directrices y un firme propósito y no cabe en una fórmula. Pero estos discursos nos hacen creer que sí. Por instantes, parece que podemos comernos el mundo, pero luego chocamos con las viejas dinámicas y la cruda realidad, y nos sentimos flojos, más frustrados que antes. Se refuerza ese sentimiento de que lo que nos ocurre es culpa nuestra ya que, si la felicidad es tan sencilla, si no lo soy es porque hago algunas cosas realmente mal. En mi opinión, esa es la trampa de estos discursos sencillotes, que solo dan generalidades, que resumen en dos frases elementos complicados, cuestiones más arraigadas a sentimientos profundos y no siempre conscientes. No digo que la felicidad no sea posible, tampoco que no debamos alabar y pensar en esta gente tan admirable. Pero para cambiar nuestras vidas faltan más cosas que dos sonrisas y cuatro propósitos semanales.


La vida es complicada y los seres humanos también. También somos capaces de crear belleza y sentimientos hermosos, pero nunca con una base fácil, y mucho menos rápida. En un mundo de la inmediatez, también queremos encargar la felicidad como quien pide comida rápida y eso no es posible. Una vida complicada exige, por fuerza, una solución complicada. Fuera tópicos, fuera recetas, y viva el autoconocimiento, el trabajo diario, las contradicciones, los altibajos, como la vida misma.
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1 comment:

  1. Todo esto que dices suscita varias cuestiones. La primera, probablemente, qué es eso de la felicidad. Tal vez habría que rastrear en la "historia de la cultura" cuándo aparece el tema y cómo se caracteriza. En fin, lo que está claro es que no puede ser esa felicidad de anuncio, siempre con sonrisa espectacular porque te has comprado un...
    Otra, cuando lo que se busca es el éxito o "la realización personal". En este caso, coincido en que nuestra sociedad está atravesada por discursos que presentan el éxito como una cuestión de voluntad y de enfoque. Es decir, lograrlo o no depende de ti. Obviamente, sirve al sistema actual de capitalismo depredador (sí, no os riáis, soy un anticuado, rojo a la vieja usanza). Independientemente de las razones que aúpan a unos y hunden a otros, hay que tener en cuenta que este orden social no permite el éxito de todos, el éxito de uno se apoya en el fracaso de diez (cifra a boleo). Es decir, que en este sistema, todos estamos condenados a buscarlo pero solo una parte mínima podrá lograrlo.
    ¿No vale la pena repensar nuestra actitud? Y no me limito a abogar por subir impuestos a los ricos y mejorar los servicios de todos (cosa que también defiendo). Me refiero a replantear nuestro papel en la vida y los mecanismos de distribución de la riqueza y de lo que hemos de aportar cada uno al funcionamiento de todos.
    En fin, en una novela que he leído recientemente sale un personaje que defiende replantearse la noción de crecimiento en todas las vertientes de la vida: desde lo económico hasta lo demográfico. En fin, tal vez no sea tan mala idea.

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