Tres tristes días en un trigal...

Las últimas etapas han sido un tanto extrañas, con cierto sabor agridulce.

Por un lado, estaba eufórica por el hecho de haberme recuperado del parón y ver que podía caminar a buen ritmo y sin cambiar los planes. Iba a llegar a mi meta en el tiempo estimado y habiendo cumplido mis objetivos. Por otro lado, poner punto y final a mi aventura me llenaba de melancolía y cuanto más me acercaba a mi destino más encontrados eran los sentimientos.

Las últimas etapas presentaban un panorama objetivamente feo. Por más que reivindique el encanto del paisaje castellano y sus trigales, esos lugares son indefendibles.  Ojo, no estoy diciendo que la zona entre Palencia y León sea fea, pero el Camino transcurre mayormente por carretera y pasa por zonas verdaderamente aburridas. De vez en cuando hay algun tramo bello, topamos pueblecitos encantadores y, por supuesto, esos descomunales amaneceres, pero en su conjunto es bastante descorazonador. Monótono y árido, pasando por lugares feos e industriales, cruzando continuamente carreteras y andando en paralelo con los coches, el peregrino tiene que encomendarse a la buena compañía, a la satisfaccion de superar el reto personal y a la introspección para disfrutar de estas jornadas. 

Otro elemento desolador ha sido el frio tan terrible que havia por las mañanas. Algunas mañanas los termómetros marcaban 7 grados, pero con el viento había una sensación térmica incluso más baja. Llevaba toda mi ropa encima: pantalons corto debajo del largo, camiseta corta con la de manga larga térmica encima más la sudadera, y aun así iba tiritando,  con gran dolor en las manor y orejas. Era realmente duro, y alguna gente extranjera tuvo que comprarse ropa de abrugo para atravesar esta zona. Ellos creían que España es toda como Alicante, y se toparon con la dureza de la meseta.

Entre  el titulo de la entrada, el frío, los paisajes por carretera y que mi viaje llegaba a su fin, podéis pensar que quizá fueron días malos pero todo lo contrario. Disfruté como el primer día. Recuerdo que más de una persona del Camino me dijo medio sorprendida "Elena, tú nunca te quejas" y caí en la cuenta de que no suelo, y jo me dan bajones anímicos ni me canso ni me quejo del paisaje. El camino es mucho más que una excursión de dominguero y no todo es hermoso, pero no por eso pierde valor la experiencia en su conjunto.

Para que veáis que también hay belleza, y que estaba feliz, mirad la foto:




Aunque echaba mucho de menos el ambiente que tuve en la primera parte del viaje, ya había desarrollado complicidad con mucha otea gente y me sentía integrada en esa curiosa y gran familia de caminantes. Al salir de Saint Jean, la mayoría van como cohetes 6 siguiendo al dedillo las etapas establecidas en guías. Con el paso de los días, algunos mantienen este ritmo pero otros se van fatigado, los que parecen fuertes de repente sufren heridas o contratiempos de toda clase; otros que parecían condenados a abandonat sorprenden a todo el mundo (incluidos ellos mismos) con una fortaleza y constancia inusitadas. Debido a esto, cuando ya llevas muchos días de camino y crees haberte descolgado, tanto cuando avanzas como cuando te retrasas te vas reencontrado con gente a la que nunca sospechaste volver a ver, y estos reencuentros dan pie a una alegría y muestras de afecto que, visto desde fuera, cualquiera diría que se ha recuperado un amigo de la infancia. 

Además, los últimos días me enganche a un grupo muy divertido con el que compartí momentos surrealistas a irrepetibles.



Se ha producido algo curioso en estos últimos días. Hasta ahora todo lo que he recorrido era nuevo para mí, pero desde Carrión de los Condes, estoy atravesando lugares que ya vi el año pasado. En algunas ocasiones reconozco un rincón, un pueblo, una cafetería, como un extraño dejà vu, pero en otras ne sorprendo de lo distintos que recuerdo algunos lugares o la muy olvidados que los tengo. Pero más interesante me resulta ver sitios que recuerdo perfectamente pero que viví bajo otro prisma: distintas horas del día y por tanto diferente estado de ánimo no cansancio, tramos que recorrí al amanecer y apenas disfruté, errores que cometí o que debido a mi actual experiencia enfoco de modo totalmente opuesto...

El Camino te sorprende con lo nuevo, pero repetir etapas ha sido extrañamente mágico.  Es cierto, definitivamente, lo de no bañarse dos veces en un mismo río. Porque no el río ji el sujeto son ya el mismo.




Una de las cosas más entrañables de esta región es el cariño con que acogen al peregrino. En todo el Camino nos han tratado fenomenal, pero el esmero con el que cuidan en Castilla al caminante es abrumador. Podría contar mil anécdotas, pero esta imagen demuestra la generosidad con la que los reciben:


Cómo no voy a poner fotos del amanecer con estos cielos. Quizá me repita pero las primeras horas de la mañana eran un espectáculo de luz y color que me fascinaba una y otra vez. Los madrugones compensan con creces y las dos primeras horas avanzaba muy despacito, pese a ser el momento más descansado y que podría aprovechar para avanzar, pero era imposible resistirse a esto.


La los caminantes hablan de millones de cosas pero la propia rutina del peregrino: Como ancianos en la consulta del medico,  comparten detalles casi escatològicas del estado de sus llagas, las etapas que han resultado duras y algunos tópicos más, se dan consejos sobre las etapas venideras y se crea toda una serie de rumores, mitos y cotilleos.  Siempre hay anécdotas que se hacen famosas y personajes que se vuelven conocidos en el microcosmos del Camino, una mezcla entre aldea con leyendas e instituto con chismes. Muy curioso. 

Se hicieron famosos un grupito de místicos que caminaban de noche y descalzos para estar más en contacto con la tierra y la naturaleza, también por ir siempre caminando en estado de embriaguez y una botella de vino en la mano y por haber sido expulsados de más de un albergue por folloneros. Los conocí en persona y uno hasta me escribió un poema, o algo parecido, y aunque estaban chalados eran realmente entretenidos pata un rato.

También era famosa una pareja de recién casados coreanos que hacían el camino como luna de miel pero con la vestimenta tradicional de las bodas.  Además, no lo hacían solos sino con todo un equipo de imagen y sonido que iba haciendo un reportaje sobre su viaje. Ver para creer. La foto que tengo con ellos es en Burgos, y no llama tanto la atención, pero si te los encuentras así en mitad de un trigal es posible que alucines bastante. 


Era muy popular un curandero italiano que, al parecer, sanaba con imposición de manos. Era divertido y me lo pasaba bien conversando con él, lo cierto es que le daba masajes a todo el mundo que se lo pidiera y contaba sus peculiares puntos de vista sobre la energía. Mis padres pasaban por Burgos cuando yo estaba en un pueblo cercano y se acercaron a cenar conmigo una noche, y coincidió con el mencionado brujo, quien se ofreció a curar a mi madre aplicando energía en la distancia, como a un metro. Debió apuntar mal, ya que la chica sentada al lado de mi madre justo se cayo y se estrelló contra su pierna y le dio un buen golpe; se le hinchaba el pie y estuvimos un rato aplicando hielo y temiendo que se hubiera hecho algún esguince.  No fue nada, por suerte, pero la escena es de película de Almodóvar. 

Otro chico que cayó muy bien, y que los últimos días estaba en boca de todos, era uno que decidió recorrer el Camino en patinete por una apuesta con sus colegas. Muy gracioso, y la verdad es que me parece una gran idea. Le deseo mucha suerte y buen camino. 



Echaré mucho de menos el camino por muchas razones,  pero una de las más importantes es el conocer tanta gente y tan distinta. Como están en un contexto tan peculiar, la mayoría adopta una actitud abierta y tolerante, de respeto mutuo aunque luego no haya mayor afinidad. Ojalá se llevara este talante a otros ámbitos de la vida. 

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Show must go on!!

Dicen que a la tercera va la vencida, y estas son las veces que intento publicar esta entrada. Por razones de conexión, fallo del móvil, etc., llevo días sin poder publicar y con muchas cosas acumuladas para contar.

Antes de nada, gracias infinitas a todos aquellos que os habéis preocupado y me habéis apoyado cuando parecía que no podía continuar.  Buenas noticias: parece que con hielo, ibuprofeno y descanso la sobrecarga se ha mitigado y estos días he hecho muy buenas etapas. Despacito y muy pendiente de como reaccionaba mi cuerpo pero bastantes km y sin fatigarme en exceso.

Contaré más cosas en las siguientes entradas pero no quería dejar de compartir estas fotos.

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Tropezar dos veces con el mismo tendón

Carrión de los Condes


Me encuentro en una cafetería de Carrión de los Condes, un pueblo realmente hermoso.




Y este el monasterio de Santa Clara, albergue en el que me hospedo.



Descanso forzoso


En realidad llegué ayer. Hoy no hay caminata para mí. La vida tiene un humor un tanto cínico, y es que me ha detenido precisamente en el pueblo donde empecé mi Camino de Santiago el año pasado. Me ha permitido llegar sin un solo problema desde Francia hasta Palencia, ni siquiera una llaga durante dos semanas. Como supondréis, la cosa ha cambiado y en cuestión de día y medio me ha salido una pequeña ampolla y se ma ham sobrecargado los tendones de aquiles, especialmente el derecho. Pues nada, aceptación y a descansar.

Me veía fuerte y aun así me he cuidado:etapas no muy largas y a un ritmo moderado, siempre alfo por debajo de mi capacidad para no forzar, estiraba minuciosamente después de cada etapa y procuraba descansar. Cierto es que en los últimos días descansé mucho peor y forcé algo el ritmo.  El cuerpo me pedía un dia de descanso y se lo ha tomado por su cuenta y sin consultar.

No es tan grave, lo que ocurre es que ahora conozco mucho mejor mi cuerpo y soy más prudente ante los signos de fatiga. Prueba de ello es que, con los mismos síntomas el verano pasado todavía anduve tres días más, el año pasado tardé cinco días en apreciar molestias y este quince días. Reposaré y veré si puedo continuar o si, de lo contrario, debo plantearme volver a casa.


Las últimas etapas ha pasado por algunos lugares muy bellos, y el hecho de caminar sola durante dos días me ha permitido centrarme más en mis reflexiones y contemplar el paisaje. He pensado mucho sobre qué quiero hacer, especialmente en el ámbito laboral y cómo me tomo algu na s cosas de mi vida personal.

Estas son solo algunos de los rincones que me han inspirado. 

















Como decía, en Carrión me encuentro,  tierra de cobardes, si nos remitimos a lo que dice el Cantar de Mío Cid, cuyos yernos eran condes y mancillaron la honra del que en buen hora cinxó spada. Yo no me siento cobarde por detenerme o por regresar antes de tiempo, he visto a gente caminar bajo medicamentos bastante fuertes solo para ignorar el dolor y unos pies que parecían de torturados en la guerra. Los albergues parecen hospitales y raro es el caminante que no luce alguna venda, tobillera o avanza cojeando.  ¿Soy yo más débil? He llegado a preguntármelo. Creo que no.  Quizá más alarmista o más sensata, según se mire, pero al menos las etapas que he recorrido las he hecho al cien por cien y he disfrutado como una enana. No hay dolor ni sufrimiento en mi camino, aunque sí esfuerzo y agotamiento. No quiero penitencia, la cabezonería se distingue de la determinación cuando esta ciega al sujeto y hace daño de forma inconsciente, ya sea a los demás o a uno mismo.

Sobre todo a primera hora me lo tomo o con calma y aprovecho para sacar fotos con la buena luz, y ya incremento el ritmo cuando estoy cansada y ansiosa por llegar al albergue.









Las fotos anteriores las tomé ayer, tuve la suerte de estar en mitad del campo en el momento en que salió el sol; como compensación por el madrugón y vi esa luz y ese horizonte dignos de un cuadro impresionista. 

No suelo iniciar la jornada tan temprano. Descansé muy mal porque a las cuatro de la mañana me despertó un llanto desconsolado del pasillo. Salí del cuarto y encontré a un chico argentino, parte del grupo con el que había cenado la noche anterior. No lo conozco apenas pero la angustia ajena no me deja indiferente, así que traté de consolarlo. Tomé su mano, lo abracé y le di palabras de ánimo, compartí con él mi bollo del desayuno y estuve un rato con él. Se ahogaba en sus lágrimas, noquea ba y casi no podía articular palabra mientras sujetaba su cabeza con las propias manos. El momento más grotesco de la noche (qué digo, de todo el viaje) fue cuando, avergonzado, me cuenta que el motivo de su desesperación no es otro que un partido de fútbol... Al principio creí que se trataba de una excusa del estilo de se me ha metido algo en el ojo, ese modo de salvaguardar la dignidad contando una mentira que nadie cree. Pero no,  resultó que ese era el motiv por el wue desperto a medio albergue. Me sentí estafada, cabreada y con ganas de partirle la cara, y decirle cosas que realmente le dieran ganas de llorar. Bueno,  tomé aire,  le dije lo que pensaba en el tono más respetuoso que pude y me vestí para salir a caminar.

Eran las cinco de la mañana y estaba desvelada, enfadada y muerta de frío. Sé de muchos peregrinos que salen a las cuatro a caminar, una locura, porque no ves nada de paisaje pero tampoco de las indicaciones. No habia un alma y enseguida me arrepentí de salir a esa hora tan tempestuosa. Realmente pasé mucho miedo, como pocasnveces en mi vida: temía perderme y al menor ruido creía ver psicópatas agazapados entre los arbustos o me imaginaba protagonizando una peli snuff. No volveré a hacerlo nunca, no vale la pena. Por suerte, un amigo que volvía de fiesta escribió en un grupo de whatsapp y, al ver que estaba despierto, le pedí que me llamara. Su compañía al teléfono me tranquilizó muchísimo, así que le agradezco su paciencia y que demorara acostarse por darme apoyo en un momento así. Le debo una. O dos.

En cuanto amaneció se puso un día precioso y perfecto para caminar, brillaba el sol pero había algunas nubes y una brisa calmante que impedían el sofoco habitual de Palencia. Las fotos hablan por sí mismas.










Trataré de descansar y aplicarme hielo, tomar ibuprofeno y prepararme tanto para la idea de seguir como de regresar a casa. No dejo de darle vueltas al hecho tan curioso de que mi cuerpo me haya frenado justo en el lugar donde comencé en año pasado y además por la misma dolencia por la que abandoné el año pasado, qué ironías suceden a veces.

A diferència de la vez anterior, me lo estoy tomando con una serenidad que incluso a mí me sorprende. No es resignación, sino que realmente acepto bien la situación, quizá porque ya aprendí la lección y sé disf ru tar incluso de las paradas. Estoy conociendo gente nueva y he tenido conversaciones muy reveladoras con algunos peregrinos. Burgos fue in punto de inflexión en este viaje, que empezó con mucha fuerz an y con una vertiente social y emocional de terremoto y se ha vuelto introspectivo y calmado. Ambas cosas me vienen bien,  ahora tengo que recomponer lo todo y digerirlo.

Repito, no me rindo y espero seguir caminando, ya os iré relatando mis peripecias.

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