Tropezar dos veces con el mismo tendón

Carrión de los Condes


Me encuentro en una cafetería de Carrión de los Condes, un pueblo realmente hermoso.




Y este el monasterio de Santa Clara, albergue en el que me hospedo.



Descanso forzoso


En realidad llegué ayer. Hoy no hay caminata para mí. La vida tiene un humor un tanto cínico, y es que me ha detenido precisamente en el pueblo donde empecé mi Camino de Santiago el año pasado. Me ha permitido llegar sin un solo problema desde Francia hasta Palencia, ni siquiera una llaga durante dos semanas. Como supondréis, la cosa ha cambiado y en cuestión de día y medio me ha salido una pequeña ampolla y se ma ham sobrecargado los tendones de aquiles, especialmente el derecho. Pues nada, aceptación y a descansar.

Me veía fuerte y aun así me he cuidado:etapas no muy largas y a un ritmo moderado, siempre alfo por debajo de mi capacidad para no forzar, estiraba minuciosamente después de cada etapa y procuraba descansar. Cierto es que en los últimos días descansé mucho peor y forcé algo el ritmo.  El cuerpo me pedía un dia de descanso y se lo ha tomado por su cuenta y sin consultar.

No es tan grave, lo que ocurre es que ahora conozco mucho mejor mi cuerpo y soy más prudente ante los signos de fatiga. Prueba de ello es que, con los mismos síntomas el verano pasado todavía anduve tres días más, el año pasado tardé cinco días en apreciar molestias y este quince días. Reposaré y veré si puedo continuar o si, de lo contrario, debo plantearme volver a casa.


Las últimas etapas ha pasado por algunos lugares muy bellos, y el hecho de caminar sola durante dos días me ha permitido centrarme más en mis reflexiones y contemplar el paisaje. He pensado mucho sobre qué quiero hacer, especialmente en el ámbito laboral y cómo me tomo algu na s cosas de mi vida personal.

Estas son solo algunos de los rincones que me han inspirado. 

















Como decía, en Carrión me encuentro,  tierra de cobardes, si nos remitimos a lo que dice el Cantar de Mío Cid, cuyos yernos eran condes y mancillaron la honra del que en buen hora cinxó spada. Yo no me siento cobarde por detenerme o por regresar antes de tiempo, he visto a gente caminar bajo medicamentos bastante fuertes solo para ignorar el dolor y unos pies que parecían de torturados en la guerra. Los albergues parecen hospitales y raro es el caminante que no luce alguna venda, tobillera o avanza cojeando.  ¿Soy yo más débil? He llegado a preguntármelo. Creo que no.  Quizá más alarmista o más sensata, según se mire, pero al menos las etapas que he recorrido las he hecho al cien por cien y he disfrutado como una enana. No hay dolor ni sufrimiento en mi camino, aunque sí esfuerzo y agotamiento. No quiero penitencia, la cabezonería se distingue de la determinación cuando esta ciega al sujeto y hace daño de forma inconsciente, ya sea a los demás o a uno mismo.

Sobre todo a primera hora me lo tomo o con calma y aprovecho para sacar fotos con la buena luz, y ya incremento el ritmo cuando estoy cansada y ansiosa por llegar al albergue.









Las fotos anteriores las tomé ayer, tuve la suerte de estar en mitad del campo en el momento en que salió el sol; como compensación por el madrugón y vi esa luz y ese horizonte dignos de un cuadro impresionista. 

No suelo iniciar la jornada tan temprano. Descansé muy mal porque a las cuatro de la mañana me despertó un llanto desconsolado del pasillo. Salí del cuarto y encontré a un chico argentino, parte del grupo con el que había cenado la noche anterior. No lo conozco apenas pero la angustia ajena no me deja indiferente, así que traté de consolarlo. Tomé su mano, lo abracé y le di palabras de ánimo, compartí con él mi bollo del desayuno y estuve un rato con él. Se ahogaba en sus lágrimas, noquea ba y casi no podía articular palabra mientras sujetaba su cabeza con las propias manos. El momento más grotesco de la noche (qué digo, de todo el viaje) fue cuando, avergonzado, me cuenta que el motivo de su desesperación no es otro que un partido de fútbol... Al principio creí que se trataba de una excusa del estilo de se me ha metido algo en el ojo, ese modo de salvaguardar la dignidad contando una mentira que nadie cree. Pero no,  resultó que ese era el motiv por el wue desperto a medio albergue. Me sentí estafada, cabreada y con ganas de partirle la cara, y decirle cosas que realmente le dieran ganas de llorar. Bueno,  tomé aire,  le dije lo que pensaba en el tono más respetuoso que pude y me vestí para salir a caminar.

Eran las cinco de la mañana y estaba desvelada, enfadada y muerta de frío. Sé de muchos peregrinos que salen a las cuatro a caminar, una locura, porque no ves nada de paisaje pero tampoco de las indicaciones. No habia un alma y enseguida me arrepentí de salir a esa hora tan tempestuosa. Realmente pasé mucho miedo, como pocasnveces en mi vida: temía perderme y al menor ruido creía ver psicópatas agazapados entre los arbustos o me imaginaba protagonizando una peli snuff. No volveré a hacerlo nunca, no vale la pena. Por suerte, un amigo que volvía de fiesta escribió en un grupo de whatsapp y, al ver que estaba despierto, le pedí que me llamara. Su compañía al teléfono me tranquilizó muchísimo, así que le agradezco su paciencia y que demorara acostarse por darme apoyo en un momento así. Le debo una. O dos.

En cuanto amaneció se puso un día precioso y perfecto para caminar, brillaba el sol pero había algunas nubes y una brisa calmante que impedían el sofoco habitual de Palencia. Las fotos hablan por sí mismas.










Trataré de descansar y aplicarme hielo, tomar ibuprofeno y prepararme tanto para la idea de seguir como de regresar a casa. No dejo de darle vueltas al hecho tan curioso de que mi cuerpo me haya frenado justo en el lugar donde comencé en año pasado y además por la misma dolencia por la que abandoné el año pasado, qué ironías suceden a veces.

A diferència de la vez anterior, me lo estoy tomando con una serenidad que incluso a mí me sorprende. No es resignación, sino que realmente acepto bien la situación, quizá porque ya aprendí la lección y sé disf ru tar incluso de las paradas. Estoy conociendo gente nueva y he tenido conversaciones muy reveladoras con algunos peregrinos. Burgos fue in punto de inflexión en este viaje, que empezó con mucha fuerz an y con una vertiente social y emocional de terremoto y se ha vuelto introspectivo y calmado. Ambas cosas me vienen bien,  ahora tengo que recomponer lo todo y digerirlo.

Repito, no me rindo y espero seguir caminando, ya os iré relatando mis peripecias.

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