Reflexiones en el tren

Estoy en el tren que me lleva a Palencia, donde me dirigiré a Condes de Carrión, un pueblo a pocos km hacia el norte desde el que empezaré a andar. Se me hace imposible no pensar en los cobardes yernos del Cid, y me alegro de comenzar en un sitio con resonancias literarias como esta. Qué le vamos a hacer, cada uno tiene sus frikismos y este es el mío.

Reto conseguido: 5,3 kg de mochila. Lo tengo todo conmigo y ya estoy en movimiento. Ahora sí que la aventura ha comenzado.

Mierda. Había escrito una entrada preciosa y se me ha borrado entera. Cosas de los móviles... No tendré muchas ocasiones de acceder a un ordenador, así que las entradas tendrán que ser mucho más escuetas para vuestra fortuna, más lento y con más errores para mi desesperación. Esto me lleva a pensar que no solo he tenido que aligerar mi equipaje, también ahora tendré que hacerlo de pensamiento y palabra. ¿Cuál es la siguiente ancla de la que me deberé desprender?

El accidente ferroviario de ayer en Santiago nos ha estremecido a todos y también mi corazón está con ellos. Cualquier cosa que se diga en estos casos suena hueco en comparación con el dolor de lo sucedido. eso es lo que imprime la tragedia: horror y silencio. No creo en el destino, sino más bien en la capacidad del hombre de dar sentido y encontrar simetrías y oposiciones estéticas al caos que nos rodea. Casualidades: yo también voy en un tren, también a Compostela, también les siento cerca...

Ya he llegado a Palencia y me dirijo a Carrion. El taxista me cuenta que lleva a muchos peregrinos a puntos del camino, pero no solo como yo, para iniciarlo, sino también para hacer trampas y recorrer en coche el ochenta por cuento de la etapa. Me río porque me suena increíble pero tampoco me sorprende tanto. Lo hace casi a diario, dice. Es de suponer q las trampas y el autoestima también tienen lugar aquí.

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