La falsa ilusión de controlar nuestras vidas

La casualidad se percibe como un parásito que tratamos de eliminar, no hay espacio para ella en nuestras vidas. Incluso los contextos en que supuestamente nos dejamos llevar, lo hacemos con unas variables muy cerradas para la improvisación. Confesémoslo, la incertidumbre nos mata, está en nuestra naturaleza: la religión, el destino, la ciencia, lo esotérico, y otros afanes por explicar y predecir demuestran nuestra incapacidad de gestionar lo que probablemente es puro azar y tratamos de darle un sentido a todo y dominarlo, sea o no de un modo racional.

Tenemos un plan, siempre es necesario tenerlo, y si no se pueden controlar todos los detalles, entonces recurrimos a un desplegable de planes b, c, y tantas letras del abecedario como sean necesarias para reducir al máximo el imprevisto. Trazamos una estrategia laboral a corto, medio y largo plazo, calculamos cuándo toca hacer locuras (siempre con mesura, sobra decirlo), cuándo asentar la cabeza, cuándo nos conviene enamorarnos, en qué momento es posible tener hijos, cómo debemos sentirnos a cada instante y qué papel se asigna a cada uno, en qué se convertirán nuestros hijos y cómo será su infancia, además de un larguísimo etcétera. Nuestros días están estructurados con una rutina, una agenda, apoyadas por herramientas tecnológicas y mil aplicaciones, consultamos incluso el tiempo que hará con la predicción meteorológica por horas, contar cada caloría y los ingredientes de lo que ingerimos, la limpieza y desinfección de todo como si fuera posible vivir en un entorno aséptico, nos hacemos todo tipo de controles médicos, test de orientación laboral y de estudios. Todo orientado a eliminar los riesgos, la incertidumbre y ser amos y señores de nuestras vidas.

No puedo evitar preguntarme de dónde nos viene esta tendencia. La gente que presume de ser organizada también suele hacerlo de desempeñar mejor cualquier cosa, de tener una seguridad. creemos que quienes se mantienen al margen de tal programación no llegarán nunca a nada. Puede que logren otras cosas, o puede que nos aterre admitir que tanto esfuerzo puede ser en gran medida en balde. Nos obsesiona que el azar arruine nuestras previsiones y perder el tiempo, sentirnos perdidos o no sacar el máximo de cada oportunidad. Pero me pregunto: ¿qué es el máximo. ¿Acaso esa tensión, que supuestamente nos aporta en unos terrenos, no nos hace perder en otros? Intuyo que toda esa falsa seguridad destruye opciones que tal vez serían maravillosas, nos enseñarían y nos harían más fuertes en caso de no ir sobre ruedas y nos liberarían de muchos quebraderos de cabeza. Lo paradójico es que aspiramos a tener control sobre las cosas para estar tranquilos, para disfrutar de garantías, pero es justo lo contrario: esa búsqueda de lo perfecto nos genera ansiedad en sí misma, nos vuelve inseguros y débiles, ya que cuando no lo logramos a veces nos derrumbamos, y nos impide aceptar que el universo es caos.

No está mal diseñar estrategias, prever, minimizar riesgos y prejuicios, pero no podemos hundirnos ante los imprevistos o la falta de control, incluso deberíamos aprender a disfrutar de la libertad que nos aporta poder improvisar. Hemos entendido mal la ecuación: que en ocasiones el azar conlleve riesgos y peligro no convierte la casualidad en algo peligroso, a veces lo mejor ocurre porque sí. Bienvenidas las sorpresas, el azar, hay que estar preparados para que las cosas no dependan de nosotros. Y no me refiero a aceptar que hay una explicación a la cual no llegamos, tomar la fe por presupuesto, sino darnos cuenta de que hay cosas externas que ocurrirán sin más. ¡Renunciemos a esa ilusión! Nosotros somos solamente un elemento más de una ecuación enorme llena de factores desconocidos e incontrolables. Aunque nos resulte inconcebible, es posible construir la vida alrededor de la coincidencia y aceptarla como tal. Tengamos un plan, pero que no nos ciegue: que sea este un esbozo en continuo enriquecimiento y olvidemos la inflexibilidad que tanto daño puede hacernos y tanto nos limita.

Abracemos la libertad, estemos receptivos, relajémonos, en definitiva; liberémonos de la pesada carga de ser los falsos dueños de todo lo que ocurre. Replanteémonos también si aquello que que aceptamos dominar lo hemos elegido nosotros o si ha sido impuesto y en realidad nosotros solo somos meros ejecutores; plantémonos por qué no lo hemos cuestionado antes y, sobre todo, quién gana con ello. 




0 comments:

6 cosas que le ocurren a un salsero en una disco normal


¿Cómo he llegado yo aquí?


La mayoría de los que vamos a discotecas y clubs donde se pone y baila música latina en España, no lo hemos hecho desde siempre. La mayoría (de acuerdo, no todos, pero casi) empezamos a bailar ya de adultos, después de años frecuentando lo que podríamos llamar bares “normales”. Normalmente, cuando empiezas a ir a clase, se organizan salidas puntuales, pero gradualmente estas se vuelven más y más frecuentes hasta que se invierte la proporción, y al final las salidas a los lugares “normales” se vuelven casi testimoniales. Vale, tenéis razón, los lugares de salsa no son anormales pero no son la opción más habitual en este país.

La transición es paulatina y nos vamos acostumbrando, sin darnos cuenta, a los protocolos y normas tácitas del mundo del baile. Pero siempre llega un día en que tienes un cumpleaños, tus amigos de siempre te reclaman, sales con los compañeros del trabajo… Y ahí te ves, sintiéndote tan fuera de lugar, (como dice Sabina, “extraño como un pato en el Manzanares”, pero también nos serviría el Llobregat), puede que aburrido o puede que no, pero sin duda pensando que deberías estar en otro lugar y comparando sin quererlo con tu club salsero habitual. Según el humor que tengas puedes tomártelo a coña y observar desde fuera, sorprendiéndote de que antes tú fueras como aquellos que te rodean y que ahora observas como quien estudia una tribu de una isla remota. En el peor de los casos, dependiendo de las circunstancias y de tu carácter, te frustras y pasas una noche no muy divertida, jurándote que no volverás a un lugar así.


Un salsero fuera de lugar


1. Te han desterrado de la civilización: ahí no hay reglas, todo es caos, da igual la edad de la gente del local, todos adoptan el comportamiento de un niño de siete años con las hormonas de un adolescente, la gente se mueve a empujones… A veces resulta divertido pero a veces algo molesto, especialmente cuando empiezan a gritar y retroceder al Neanderthal. En un lugar salsero te piden para bailar, te dan margen para rechazarlos sin ofender a nadie, la gente tiene un mínimo de conversación: se saluda, se despiden después de cada baile con un “gracias” y dos besos, y por lo general reina el respeto.

2. El acoso es directo y sin disimulos: esto es lo más curioso, pero aunque los bailes latinos son sensuales y sus clubs tienen fama de ser Sodoma y Gomorra, es justo lo contrario. Ciertamente, los movimientos del baile en sí son provocativos y muchas veces muy pegados, pero todo se hace como un teatro que normalmente termina lo que la canción, asegurando el respeto y la comodidad de ambos. En cambio, en los llamados lugares normales, la normalidad en este aspecto brilla por su ausencia: te soban al pasar, vienen y se te echan encima, te dicen las cosas más groseras que cualquiera diría que han ido a la escuela de albañilería, y raramente se produce una conversación más allá del unga-unga.

3. Van borrachos: en realidad, este punto explica los anteriores. Los salseros apenas beben ya que entonces no bailan bien, y si lo hacen lo queman puesto que se pasan la noche moviéndose. Por otro lado, no termino de entender por qué emborracharse justifica lo anterior, el alcohol desinhibe pero no nos cambia, y es que ya dicen que “ningún borracho come mierda”. Perdón, heces. No quiero herir sensibildades.

4. Bailas diferente al resto: En salsa no pasa nada por dejarse llevar por la música, hacer movimientos exagerados y fliparse como si fueras el protagonista de Fiebre del Sábado Noche. Además, tienes tus recursos, y mientras otros no bailan o se caen, tú te reprimes por no moverte como te gustaría: primero, porque no tienes espacio; segundo, notas que tus movimientos son malinterpretados y a tu alrededor creen que quieres que te contraten como gogó o que los acosadores sexuales centren su atención en ti. Si eres chico, en cambio, este puede ser tu mejor punto porque impresionas a todas las chicas: sabes llevar el ritmo y hasta marcarles una vuelta, ¡ya no digamos si tú mismo das algún giro! Te has convertido en Patrick Swyze en cuestión de segundos y todas se vuelven locas por bailar contigo, es tu momento.

5. Suena una canción de ritmo latino: incluso cuando no te gusta el merengue, lo darás todo si ponen alguna canción pachanguera. Cada vez hay más canciones de salsa y bachata que se cuelan en las listas generales, y en muchos sitios pueden sonar algunas de ellas. Empiezas a oír la música, por fin una canción conocida, te emocionas… Y el chasco es peor cuando caes en la cuenta de que no tienes con quién bailar. Es el momento de mayor ansiedad de toda la noche.

6. Si vas con otro salsero camuflado: con un poco de suerte, habrá alguien más con quien puedas bailar, y empezaréis a corromper los ritmode música y bailando todo con vuestros pasos, y es que, a partir de determinado momento, todo se vuelve salseable, bachateable y kizombable, ¡y que te quiten lo bailao! Puede dar lugar a grandes risas, y los demás os mirarán como si hubierais aterrizado de otro planeta.

 Cómo detectas a los intrusos en una salsoteca


También ocurre la situación anterior, y de vez en cuando ves a gente que desentona por los cuatro costados. Normalmente son guiris, ya sea porque quieren salir entre semana y los locales de salsa tienen sesiones a diario, ya sea porque creen que la salsa es típicamente española, igual que lo son los sombreros mexicanos y las sevillanas bailadas en todo el país.

Son inconfundibles por los siguiente:

1. Están en mitad de la pista: no hace falta ser salsero para ver que la gente se ubica a los lados para dejar  a los bailarines el mayor espacio y comodidad; ¡esto es sagrado! La gente normal suele darse cuenta de ello incluso en la primera excursión al mundo de la salsa, pero alguna gente tarda más en conectar las cosas… Resultan muy molestos.

2. Lo peor, lo hacen con el cubata en la mano: Nosotros esforzándonos por cuidar nuestros zapatos como el tesoro que son, no sacándolos nunca a la calle, cepillándoles la suela de vez en cuando, y estos visitantes dejando todo el suelo pegajoso, cayéndoseles los vasos (porque claro, vienen del ambiente “normal” en el cual se bebe, se caen cosas, etc) que dejan cristales que estropearán nuestros preciosos zapatitos. Para matarlos…

3. Van con los bolsos cruzados. Las salseras nunca bailarían con un bolso encima, ni con la chaqueta, ¡jamás! Y no es por vanidad, que también, sino por una cuestión práctica: suficientemente chungo es dar vueltas, giros y demás movimientos como para encima hacerlo con algo desestabilizador, no es una opción. Estos visitantes, en cambio, lo intentan con toda la casa a cuestas, como si no supieran de la existencia del guardarropa.


4. No saben bailar y no les importa. Este punto me parece genial, ¡bien por ellos! No soy nada partidaria del sentido del ridículo tanto nos limita y la música está para disfrutarla, sea cual sea nuestro punto de partida.


¿Os habéis visto en esta situación?



Quizá también te interese este artículo: El baile, esa droga natural o Cosas que los chicos deberían evitar en el baile

6 comments:

Origen de algunos refranes como "ser un viva la Virgen" o "a buenas horas mangas verdes"

El lenguaje, a veces un desconocido


A diario usamos expresiones, refranes, frases hechas, y en muchos casos lo hacemos sin saber su origen.  Me divierte especialmente tirar del hilo dan origen a todas estas paremias, ya que en ocasiones no son nada transparentes para el hablante de hoy en día.

Muchas las hemos heredado y se usan por tradición, pero si tiramos del hilo damos con anécdotas, acontecimientos históricos, concepciones del mundo de la época que los origina, etc. 

Algunos ejemplos


Hay muchísimos libros sobre el asunto y el Instituto Cervantes tiene un refranero multilingüe interesantísimo, el asunto daría para un blog exclusivamente centrado en este tema.

Aquí van unos pocos:
 

Salir rana
Significado: decepción o fracaso ante algo que había generado expectativas.
Origen: los pescadores de ríos y pantanos lanzaban sus cañas al agua; cuando notaban el tirón, creían haber atrapado un pez, pero se llevaban un chasco cuando veían que en su lugar tenían un anfibio viscoso.
Nota: quizá por culpa de los cuentos, pero siempre pensé que hacía referencia al beso que las princesas daban a las ranas para que se convirtieran en príncipes. ¡Pues no!


Ser un viva la Virgen
Significado: ser una persona irresponsable, despreocupada e informal, tiene connotaciones muy negativas. Para mi sorpresa, existe la palabra vivalavirgen y está recogida por la RAE.
Origen: cuando en los barcos marineros se mandaba a la tripulación que formaran filas, tenían que ir todos cuanto antes dejando lo que estuvieran haciendo en ese momento. El último en llegar a la fila debía dar el grito “y que viva la Virgen”. Si había un compañero especialmente rezagado, patoso o irresponsable, solía ser el que más habitualmente tenía que repetir la frase, y se lo apodaba con “ser un viva la virgen” por reincidente.
  

Lo que no mata engorda
Significado: lo que no nos daña nos hace más fuertes y mejores.
Origen: aunque hoy en día se percibe el engordar como algo negativo, antiguamente se asociaba ser voluminoso con salud y riqueza.


De perdidos al río
Significado: llegar hasta las últimas consecuencias de algo incluso cuando los riesgos son muy altos; se emplea para expresar resignación cuando se prevé que algo podría no terminar bien.
Origen: Está relacionado con la estrategia militar de acorralar al enemigo contra el río, para tener mejor capacidad de maniobra y sus salida para obligarlo a rendirse o morir.


Quien se fue a Sevilla perdió su silla
Significado: el que se ausenta o e distrae, pierde su privilegio.
Origen: El refranero multilingüe del Instituto Cervantes cuenta lo siguiente:
«Este refrán está basado en un hecho histórico: durante el reinado de Enrique IV (1454-1474), rey de Castilla, se concedió el arzobispado de Santiago de Compostela a un sobrino del arzobispo de Sevilla, Alonso de Fonseca. Dado que la ciudad de Santiago estaba un poco revuelta, el sobrino pidió a su tío que ocupara él el arzobispado de Santiago para apaciguarlo, mientras él se quedaba en el arzobispado del tío, en Sevilla. Y así fue hasta que Alonso de Fonseca, una vez pacificada Santiago de Compostela, quiso volver a Sevilla. Como su sobrino se negaba a abandonar Sevilla, hubo que recurrir a un mandamiento papal a la intervención del rey castellano y al ahorcamiento de algunos de sus partidario».

A buenas horas mangas verdes
Significado: lamento de que algo llegue tarde y cuando ya no es de utilidad.
Origen: antiguamente, existían grupos armados llamados “Santa Hermandad”, instituidos por Isabel la Católica, encargados de velar por la seguridad en las afueras de las ciudades. Perdonad el anacronismo, pero era como una patrulla policial de la época.  Parece que en sus inicios este cuerpo era especialmente eficiente pero que con el tiempo fue perdiendo disciplina y la gente se quejaba mucho de ellos. Como su uniforme incluía mangas de color verde


En martes, ni te cases ni te embarques
Significado: por superstición, se aconseja no emprender acciones importantes en martes, prefiriendo cualquier otro día de la semana.
Origen: el martes está consagrado a Marte, dios romano de la guerra, razón por la que este día de la semana se asocia con el mal augurio. He encontrado otros refranes, menos usados hoy en día, que también demuestran que popularmente se consideraba el martes un día aciago: En todas partes tiene cada semana su martes y Para un hombre desgraciado, todos los días son martes.



¿Qué os ha parecido?


¡Espero que os haya resultado interesante! Si tenéis alguna historia relacionada con el origen de refranes, proverbios, frases hechas etc podéis compartirlos; si os interesa conocer el significado de alguno en particular, también puedo intentar averiguarlo.

1 comments:

Lyon











Inicio un poco accidentado


El viaje en Blablacar comenzó de un modo algo surrealista. Me costó Dios y ayuda contactar con el conductor para concretar hora y lugar en Barcelona. Salía desde Almería y tenía que pasar en Barcelona para recogernos a mí y a otro chico, y debíamos encontrarnos sobre la una de la madrugada en Sants. No hablaba ni papa de español, pero me escribía (deduzco que usando un traductor online) diciendo que cuando llegara otro pasajero que hablaba español me llamarían.

Cuando me llamó el chico en cuestión me quedé bastante desconcertada al decirme que los tipos con los que viajaba no le daban ningún buen rollo y que no permitiría que su hermana o su novia viajaran en estas condiciones. Parece que eran tres chicos de Argelia, primos entre sí, según él apestaban y paraban cada dos horas para rezar. Me entró el miedo, claro está, pero me sentía un poco vendida porque no veía el modo de irme a chamonix si a ultima hora decidía no subirme con ellos. Volví a llamarlo al cabo del rato y, charlando con él, llegué a la conclusión de que podía estar exagerando. Parecía un poco conservador y me di el margen de pensar que a lo mejor no había para tanto. Incluso él se arrepintió de haber sido tan tajante con su juicio, porque al cabo del rato me escribió intentando suavizar  las palabras que había dicho hacia un rato. Tomé la decisión de presentarme ahí  y dejarme llevar por mi intuición al verlos.

Llegaron dos horas tarde y cuando los vi aluciné. Era la típica furgoneta cargada hasta los topes, con la baca llena y venían desde Argelia con la casa a cuestas. ¿Quién no ha visto coches así, especialmente viajando por Andalucía, con familias que atraviesan Europa para ir a sus países de origen? Lo que nunca imaginé es que terminaría viajando en uno de ellos.



Cargando la baca 
Cuando los conocí no me causaron ninguna mala impresión. Eran jovencillos y no iban mal vestidos, por suerte no olían mal y se mostraron muy amables conmigo, el coche estaba limpio, abarrotado pero bien, y dieron por sentado que yo viajaría en el asiento de delante. Me dieron una manta, cojines (todo con olor a suavizante recién lavado) fruta y almendras y se desvivieron en atenciones. No eran babosos y no parecía que tuvieran maldad, al contrario, eran extremadamente considerados y amables, me trataron como a una princesita. Lo que sí era cierto de todo lo que me había dicho el chico (que se había bajado antes y no viajaba con nosotros) es que iban terriblemente despacio y que paraban cada dos por tres a rezar. Íbamos los tres primos, un chico suizo estudiante erasmus y yo.

Aquello era una Torre de Babel sobre ruedas: dos de ellos hablaban muy mal inglés y otro solo árabe, sabían palabras sueltas en español y yo algunas en francés. Nos entendíamos con su ingles rudimentario, gestos y onomatopeyas, y además con la ayuda del chico suizo que de vez en cuando traducía al francés, y ellos a su vez lo decían en árabe para que el chico más jovencillo se enterase. La conversación fue muy interesante y estuvimos hablando de todo tipo de cosas: desde asuntos triviales a temas de religión, me contaron muchas cosas del islam que no sabía y la conversación era suficientemente constructiva como para hacerles preguntas y dar mi opinión sobre aspectos delicados, como el papel de la mujer en el Islam. No estaba de acuerdo con muchas de las cosas que decían y dudo que pudiera convivir con ellos en una amistad continuada  pero como compañeros de viaje fueron perfectos. Traían frutos secos, unas pastas caseras riquísimas y los dátiles mas ricos que he comido en mi vida. Todo lo compartían y eran más que amables, extremadamente delicados. Me alegro mucho de haberlos conocidos compartido aquellas horas con ellos. Lo único que extrañé era no poder poner música, ya que uno de ellos era especialmente rígido en temas de religión: ni musica ni contacto físico con mujeres ajenas a su familia, lo que implica que al despedirse de mí no quiso ni darme la mano, pero eso no quita que fuera igualmente cortés y simpático, se preocupara por que estuviera cómodo y me diera conversación y se interesara por el intercambio de puntos de vista más allá de temas superficiales. Se  preocuparon mucho por mí cuando me dejaron en Lyon con el chico de couchsurfing con el que me hospedaron y se ofrecieron a llevarnos en coche donde hiciera falta, ir a cenar todos, e incluso me ofrecieron que durmiera en su casa. Disfruté de todo lo bueno que había oído de la hospitalidadárabes. 

Una sorpresa muy agradable fue despertarme y ver que nos habíamos detenido a descansar, y ver amanecer desde el mar de un modo tan espectacular:


Lyon


Una vez en Lyon y ya instalada en casa de mi anfitrión, fuimos a recorrer la ciudad. Este chico, de origen checo pero criado en Francia, solo lleva dos semanas en Lyon porque acaba de mudarse al haber encontrado trabajo allí, así que conocer los lugares turísticos era una experiencia nueva para ambos. Conocer a este chico que me alojaba ha sido otra de las gratas sorpresas hasta el momento, pero a diferencia de los acompañantes en blablacar de él sí espero algo más que una simple coincidencia pintoresca,  ya que me ha parecido una gran persona cuya amistad merece la pena conservar. Es un viajero empedernido y acaba de regresar de estar un año y pico viajando por Asia haciendo autoestop. Las anécdotas que cuenta son dignas de un guión cinematográfico y las fotos que tiene son fantásticas; tengo unas ganas locas de echarle un vistazo a su blog.


No sabia que Lyon fuera tan ciudad, me la imaginaba más provinciana, pero parece que es la segunda ciudad más grande de Francia, solo superada por París. El centro está muy buen conservado y es muy cuco, con una parte renacentista muy interesante. Toda la cuidad se ha construido a las orillas de un río muy ancho que puede cruzarse por varios puentes. Hay una colina coronada con una iglesia preciosa y desde ahí se pueden admirar unas vistas increíbles de toda la ciudad.


Me gustó especialmente el anfiteatro romano, enorme y muy bien conservado. Parece que con frecuencia se dan conciertos ahí, y además de buena acústica urbe unas vistas sorprendentes de toda la ciudad ya que se encuentra en un punto algo elevado.









El segundo día fuimos a un mercadillo y un mercado tradicional, para luego ir a un parque enorme muy bonito. Es una pena que lloviera y tuviera que ir con  chubasquero la mayor parte del tiempo. Luego fuimos a tomar algo pero, al ser domingo, nos costó horrores encontrar un lugar abierto como el que quería. Mi antojo no era nada del otro mundo: quería un bar donde degustar alguna cerveza local, pero todo estaba cerrado. Solo encontrábamos lugares de comida rápida, sushi barato y kebabs. Finalmente, después de más de una hora y un par de intentos fallidos, hallamos el lugar adecuado, y valió la pena porque estaba la mar de rica. Así como me ha parecido que los supermercados tienen unos precios muy similares a Barcelona, los bares son notablemente más caros: una cerveza cuesta entre tres y cuatro euros, qué locura.




Próxima estación, Chamonix


Luego solo he tenido tiempo de dirigirme al punto de encuentro con la chica que me lleva a Chamonix. Parece muy maja y tranquila, igual que los dos chicos que van detrás. Llevo varios días de mucho tute, por lo que agradezco que el ambiente del coche sea más bien sosegado y vayamos caso todo el tiempo callados, porque así tengo tiempo de descansar y escribir estas líneas.

Llueve con tanta fuerza que parece que vacíen cubos desde el cielo, qué pereza. Aún así el paisaje es precioso y las montañas impresionan, es una pena que con mi cámara no pueda sacar buenas fotos. En una hora llegaré a casa de mi hermanita, qué ganas tengo de verla. Esta noche espero subir esta entrada y en los próximos días buscaré un ratito para contar lo que vea por ahí.

2 comments:

El baile, esa droga natural


 Bailar, placer inefable al alcance de todos


Cualquier intento de explicar lo que siento con el baile está condenado a fracasar, pues siempre sonará demasiado entusiasta, cursi, exagerado, y me parecerá alejado de la realidad. Algunas cosas solo pueden experimentarse, con suerte compartirse, pero no ser dichas. Esta condición inefable también lo hace muy particular.


No hace falta haber asistido a clases o conocer unos pasos concretos para poder disfrutar del baile, es algo casi instintivo y al alcance de cualquiera. Ciertas personas tienen especial facilidad, otras sienten más o menos vergüenza, mientras que algunas se muestran más reacias a soltarse o necesitan circunstancias especiales: estado de euforia, alcohol, absoluta intimidad en el espejo de casa… Pero todo el mundo, en algún momento, ha experimentado el placer de liberar el cuerpo y la mente al  ritmo de la música. No estoy hablando de bailar bien o mal sino del goce que puede proporcionar ese momento de libertad. Pocas cosas aportan tanta plenitud, nos hacen sentir tan completos y tan centrados en el presente como esos instantes en que la música, nuestro cuerpo, nuestra mente y nuestras emociones se funden en el baile.


La rutina y lo excitante


Nuestra sociedad tiene una relación de amor y odio con la rutina. Por un lado, nos esforzamos  por construirla y cultivarla, se nos dice que aspiremos a la estabilidad y nos conducen a una estandarización del individuo: desde que nacemos hay un plan trazado para nuestra vida, aunque no todo sea explícito, te dicen qué es normal y qué no lo es, a qué debes aspirar y cómo debes sentirte. Sin embargo, al mismo tiempo, nos dan otros mensajes también con mucha insistencia que se contradicen con esta premisa: sé único, construye tu identidad con principios narcisistas, procura ser diferente y especial, rompe con las reglas, vive en la euforia, que todo te aporte emoción y te dé un subidón, aburrirse o aburrir es un pecado mortal, aprovecha el tiempo de forma casi frenética, etc. Estamos abocados a ansiar cosas contradictorias, como  si dos cuerdas invisibles atadas a nuestras extremidades tiraran en direcciones opuestas: intensidad y estabilidad, seguir el camino trazado bajo la aprobación ajena pero anhelando sentirnos únicos y especiales. Esto nos genera una gran presión e incluso conflicto, y de hecho hay muchísima gente que sufre de depresión o ansiedad; en mi humilde opinión, estas tensiones tienen mucho que ver en ello.

Tampoco creo que una vida sin exigencias y exclusivamente enfocada al ocio pueda proporcionar la felicidad. ¿Cómo apreciaríamos el día si no existiera la noche? Necesitamos ambas cosas, quizá muchos se equivoquen a la hora de encontrar la proporción adecuada, incluso a integrarlos mejor, y es probable que debamos esforzarnos continuamente en hallar ese equilibrio. Nadie ha dicho que esta conciliación sea sencilla, y a veces vivimos una especie de esquizofrenia o doble vida: trabajamos mucho y a veces cumpliemos con nuestros roles sociales o familiares llevando una máscara, haciendo lo que se espera de nosotros pero, por suerte, encontramos una rendija por la que dar vía suelta a nuestras pasiones. Algunos buscan esta intensidad de emociones en la fiesta, otros  las relaciones sociales o el ligoteo, otros se centran en su vida profesional, incluso quien lo sustituye con sustancias como el alcohol u otras drogas; pero también existe la posibilidad, además, de encauzarlo a través del  deporte, el baile u otra afición artística, interés por cualquier tema.


Cada loco con su droga


Mi hermana se siente afortunada por haber encontrado en la escalada todas aquellas emociones positivas que antes buscó en otras cosas: el subidón y la euforia, la energía, los retos, el contacto con la naturaleza, etc. Tengo amigos que no imaginan sus vidas sin su afición favorita, ya sea el surf, el montañismo, el buceo o cualquier otro deporte, y construyen gran parte de su vida y su identidad alrededor de ella. Con el baile me sucede lo mismo: es divertido, tiene un componente social, de reto físico, llena muchos huecos, pero no es un simple sustituto de nada, es en sí mismo una fuente inagotable de satisfacciones. Como dice mi hermana, es una droga natural. Sí, sí, he dicho droga, porque tiene algo adictivo. Si estás enganchado, necesitas tu dosis periódica, y cuando te falta te sientes decaído, ansioso o malhumorado.

Ahora está de moda hablar de hormonas, y la adrenalina, endorfina, serotonina, y demás “inas” aparecen en toda conversación de café, y parece que cuando nos drogamos lo que hacemos es buscar de forma artificial y con mayor intensidad aquello que nuestro cuerpo es capaz de proporcionarnos. No sé si es adicción, pero bailando me siento feliz, una intensidad que nada más me proporciona. Me he visto a mí misma agotada, yendo a trabajar con los pies doloridos y los ojos cerrándoseme de sueño por haber salido entre semana, pero con una sonrisa de oreja a oreja. Prefiero estar cansada y feliz que relajada en una vida gris. Lo más curioso es que luego no me cuesta sacar las fuerzas, un par de tés  pa’alnte, y todo se vuelve de otro color.

Este es el momento de las confesiones. Admito que cuando he estado tiempo sin bailar he experimentado bajones y cambios de humor. Cuando una noche de baile prometía ser estupenda y al final se ha torcido mi reacción no siempre ha sido la de una persona madura sino que he dado una dimensión desproporcionada a lo que debería ser un simple chasco. Cuando me he sentido angustiada, lo primero que ha venido a mi mente ha sido salir a bailar, y lo más gracioso es que, hasta ahora, sí ha sido un alivio contra casi cualquier pena. Sin darme cuenta, priorizo los planes de baile y construyo mis viajes y vacaciones en gran medida en función de la salsa. Y para qué negarlo, raramente tengo suficiente sino que va in crescendo y sin vistas de parar. De acuerdo, soy adicta al baile, ¿y qué?

¿Vosotros también sois yonkis de la danza u a otra cosa? ¿Tenéis algo que confesar?


Quizá también te interese Cosas que los chicos deberían evitar en el baile o 6 cosas que le ocurren a un salsero en una disco normal

3 comments:

Annecy, la Venecia alpina










Pude pasar muy poquitas horas en Annecy pero suficientes para enamorarme del lugar. Se pronuncia /ansí/, no /anesí/ como yo pensaba. Es otro pueblecito a una hora en coche de Chamonix pegado a un lago impresionante. Como mi Blablacar a Barcelona me recogía ahí a las once de la mañana, me llené de coraje y me pegué un madrugón de campeonato para estar ahí  a las ocho de la mañana y ver al menos lo principal.

Por suerte el lugar lo merecía, porque cuando caminaba por la carretera de Chamonix todavía de noche a las siete de la mañana, con un frío glaciar y habiendo perdido mis guantes, arrastrando mi equipaje por una cuesta llena de barro, sin haber desayunado... En esos momentos empecé a sentirme un poco imbécil.

Me dejaron al lado del lago y ese momento fue increíble, me quedé hipnotizada viendo el agua, y pese al frío estuve ahí casi tres cuartos de hora. Viendo cada detalle, cómo iba cambiando el reflejo y la vista de las montañas del fondo a medida que el sol estaba más alto, habría fotografiado cada instante.

Después paseé por el centro, viendo los canales, la famosa casa en forma de barco,las calles de piedra. Es una ciudad del s. XII contruida inicialmente sobre una isla y pegada a un lago, llena de zonas verdes, puentes y canales; son característicos los edificios con soportales y pintados de colores. Como pega, diría que quizá tiene un punto artificial de escaparate turístico demasiado acentuado, con excesivo número de tiendas de souvenirs o comida típica, pero la verdad es que todo es precioso.










 Para mí ha resultado un lugar mágico, de esos lugares que cautivan e hipnotizan.







  








La concentración de pastelerías de delicatessen también llamaba la atención, pero en ellas, en cambio, sí veía a gente local comprando. En un par de ellas había cola desde las nueve de la mañana, por no hablar de las boulangeries y muchas otras tiendas de comida para llevar elaboradísima, digna de una recepción de embajadores. Me comí el mejor brioche que he probado en mi vida, creo que estaba hecho con azúcar glass, despilfarre de mantequilla y yemas extra, porque la textura, sabor y color eran de otro mundo. Para compensarlo, sus habitantes son especialmente deportistas: a primera hora de la mañana, el lago estaba rebosante de gente corriendo pese al frío y la llovizna, y dicen varias reseñas que es un lugar especialmente volcado al deporte. Muy bien.

Me queda visitar el Castillo, la antigua prisión y pasar más tiempo en sus calles, deseablemente bajo mejor clima. Ha sido el broche de oro a un viaje genial, y no descarto regresar.


0 comments:

Chamonix




Si nunca has estado en Chamonix y alguien te lo describe, probablemente recrees en tu mente un pueblecito de montaña muy parecido a los que salían en los dibujos de Heidi: casas de piedra con tejados abuhardillados y chimenea, balcones y porches de madera, cabañas al estilo cazador con sus maceteros, olor a hornos de leña, callecitas de empedradas por las que también atraviesa un río, y mires donde mires siempre estás rodeado de montañas escarpadas, prados verdes y picos nevados todo el año. Está en los Alpes franceses, pegado a la frontera con Suiza y tiene la suerte de estar justo a los pies del Montblanc.



Mi hermana vive ahí desde hace un par de años y la idea era ir a visitarla, pero también aprovechar para esquiar, ir al rocódromo para escalar un poco, hacer alguna excursión con raquetas, etc. Está claro que el destino no quería que hiciera nada de eso porque ha puesto todo su empeño en impedírmelo: no solo me ha mandado lluvias y mal tiempo sino que se ha ensañado con mi pobre hermana colocándole una contractura en cuello y espalda justo los días en que yo he estado ahí. En fin, no pasa nada, el objetivo principal era disfrutar de tiempo juntas y eso se ha conseguido: hemos podido pasear un poco por el monte, ponernos hasta los topes de quesos, saquear las boulangeries y hacer cocinillas en casa, conocer a sus amigos, etc.; se puede decir con seguridad que el tiempo y los kilómetros recorridos están más que bien invertidos.

Como podéis ver en las fotos, el tiempo era especialmente gris, y tomar fotos en las que se apreciara la altura de los picos y era pedir la luna, ya que se confunden las montañas con la niebla que las cubre.

La suerte de entablar relación con gente que vive ahí es que te transmite una visión lugar desde una perspectiva muy diferente. Mi conclusión por lo que he visto es que la fauna chamoniarda (no es un insulto, los gentilicios en la región se forman así) se divide principalmente en tres bloques: por un lado, los turistas y extranjeros con pasta afincados ahí; por otro, los chamoniardos de toda la vida, en peligro de extinción y los franceses y suizos que prefieren vivir en su paraíso a más de una hora en coche de su trabajo; finalmente, hay un tercer grupo numerosísimo formado por extranjeros o franceses de otras zonas que trabajan en Chamonix en la hostelería y el ocio asociado al alpinismo y el deporte. La segregación entre estos tres grupos es casi absoluta, con algunos pequeños infiltrados entre los locales y los temporeros.


Esto tiene su explicacion, y es que el número de extranjeros afincados o con segundas residencias en Chamonix es muy elevado y encima no resultan del todo simpáticos.Todo comenzó hace poco más de doscientos años, cuando los ingleses empezaron a ir en masa a la zona de Chamoinx porque empezaban a tomar el montañismo como un deporte, y de hecho la palabra alpinismo proviene del topónimo Alpes. La fascinación de los ingleses por la región hizo que vinieran en masa y que, además de pasar largas temporadas, algunos se afincaran definitivamente ahí. Su comunidad es algo parecido a la de los alemanes en Mallorca: son muchos y poco integrados, con su vida en paralelo, sus propios negocios y con un sentimiento de pertenencia al lugar muy arraigado que no agrada demasiado a los nativos del lugar. Para más inri,casi todos los ingleses y extranjeros que van a esquiar y hacer montañismo son pijos de un grado infumable. Toda la calle principal, alrededor de la cual se construye Chamonix, es como un gran Paseo de Gracia alpino: tiendas de ropa (principalmente deportiva) de marcas carísimas, joyerías, peluquerías de lujo, tiendas de souvenirs, restaurantes en los que el precio del cubierto alimentaría a una familia numerosa una semana, etc., pero no es una cuestión de dinero sino de actitud.
Estatua de Jacques Balmat y Michel-Gabriel Paccard, los primeros en alcanzar la cima del Montblanc


Vistas desde la casita de mi hermana

Me contaron que Chamonix es el valle más contaminado de toda Francia, y al verlo tan envuelto en naturaleza me costó creerlo pero lo he comprobado y parece que es cierto. Debido al túnel del Montblanc y a lo cerrado que es geográficamente, el paso de muchos camiones que se dirigen a Suiza, etc, se concentra un grado de polución inimaginable para el que solamente se fija en los montes y prados que lo rodean. Pero sí, no es oro todo lo que reluce.






La gente que, como mi hermana, trabaja en hoteles, restaurantes, pistas de esquí, y demás trabajos puntuales que suelen durar unos cuatro o cinco meses de media, necesitaría una entrada en exclusiva. Son un grupo muy heterogéneo, pero tienen en común el mantenerse al margen de muchos de los valores consumistas y tradicionales de la sociedad actual, y viven muy al día, la mayoría alejados de los valores más materialistas. Carpe Diem es su lema y una búsqueda de libertad, intentando pasar su tiempo libre practicando algún deporte de montaña el motor de su vida, sin mayor planificación que saber que en meses o semanas se les terminará el contrato. Muchos viven parte del tiempo en furgonetas y el invierno en pisos (o podría llamárselos agujeros) compartidos; los más valientes están todo el año en casita móvil, ya que el frío en los Alpes no es ninguna tontería. En realidad, la frase en francés que más he usado estos días además de bonjour y merci bocoup es "je fgggruá", que no se cómo se escribe pero que significa "tengo frío". Me voy por las ramas, para variar...

Como decía, los perfiles son muy distintos: algunos han viajado mucho, son políglotas y tienen miles de aventuras que contar. Sin embargo, otros parecen estar ahí como quien vive la vida en un paréntesis: no hacen nada distinto a lo que harían en su pueblo, no se relacionan más que con un grupo cerrado de personas, no practican el francés ni el inglés, y charlando con ellos no da la impresión de que hayan reflexionado mucho acerca de su vida ni aprovechado en exceso su estancia en el extranjero. Lo que sí los une es el apoyo mutuo y la generosidad con que se tratan. Ya son de por sí gente despegada a las cosas materiales, pero el verse tan lejos de casa los une y les lleva a tratarse como a una pequeña familia. Debo decir que me han recibido y tratado estupendamente y que he sido testigo de alguna despedida de gente que regresaba o se marchaba a otro lugar, y lo cierto es que lo viven como verdaderos dramas.

Os dejo con algunas de las fotos que hice los ratos en que no diluviaba, pese a que la calidad no es muy buena sí os hacéis una idea de lo bello y frío que es el paisaje.





0 comments: