Chamonix




Si nunca has estado en Chamonix y alguien te lo describe, probablemente recrees en tu mente un pueblecito de montaña muy parecido a los que salían en los dibujos de Heidi: casas de piedra con tejados abuhardillados y chimenea, balcones y porches de madera, cabañas al estilo cazador con sus maceteros, olor a hornos de leña, callecitas de empedradas por las que también atraviesa un río, y mires donde mires siempre estás rodeado de montañas escarpadas, prados verdes y picos nevados todo el año. Está en los Alpes franceses, pegado a la frontera con Suiza y tiene la suerte de estar justo a los pies del Montblanc.



Mi hermana vive ahí desde hace un par de años y la idea era ir a visitarla, pero también aprovechar para esquiar, ir al rocódromo para escalar un poco, hacer alguna excursión con raquetas, etc. Está claro que el destino no quería que hiciera nada de eso porque ha puesto todo su empeño en impedírmelo: no solo me ha mandado lluvias y mal tiempo sino que se ha ensañado con mi pobre hermana colocándole una contractura en cuello y espalda justo los días en que yo he estado ahí. En fin, no pasa nada, el objetivo principal era disfrutar de tiempo juntas y eso se ha conseguido: hemos podido pasear un poco por el monte, ponernos hasta los topes de quesos, saquear las boulangeries y hacer cocinillas en casa, conocer a sus amigos, etc.; se puede decir con seguridad que el tiempo y los kilómetros recorridos están más que bien invertidos.

Como podéis ver en las fotos, el tiempo era especialmente gris, y tomar fotos en las que se apreciara la altura de los picos y era pedir la luna, ya que se confunden las montañas con la niebla que las cubre.

La suerte de entablar relación con gente que vive ahí es que te transmite una visión lugar desde una perspectiva muy diferente. Mi conclusión por lo que he visto es que la fauna chamoniarda (no es un insulto, los gentilicios en la región se forman así) se divide principalmente en tres bloques: por un lado, los turistas y extranjeros con pasta afincados ahí; por otro, los chamoniardos de toda la vida, en peligro de extinción y los franceses y suizos que prefieren vivir en su paraíso a más de una hora en coche de su trabajo; finalmente, hay un tercer grupo numerosísimo formado por extranjeros o franceses de otras zonas que trabajan en Chamonix en la hostelería y el ocio asociado al alpinismo y el deporte. La segregación entre estos tres grupos es casi absoluta, con algunos pequeños infiltrados entre los locales y los temporeros.


Esto tiene su explicacion, y es que el número de extranjeros afincados o con segundas residencias en Chamonix es muy elevado y encima no resultan del todo simpáticos.Todo comenzó hace poco más de doscientos años, cuando los ingleses empezaron a ir en masa a la zona de Chamoinx porque empezaban a tomar el montañismo como un deporte, y de hecho la palabra alpinismo proviene del topónimo Alpes. La fascinación de los ingleses por la región hizo que vinieran en masa y que, además de pasar largas temporadas, algunos se afincaran definitivamente ahí. Su comunidad es algo parecido a la de los alemanes en Mallorca: son muchos y poco integrados, con su vida en paralelo, sus propios negocios y con un sentimiento de pertenencia al lugar muy arraigado que no agrada demasiado a los nativos del lugar. Para más inri,casi todos los ingleses y extranjeros que van a esquiar y hacer montañismo son pijos de un grado infumable. Toda la calle principal, alrededor de la cual se construye Chamonix, es como un gran Paseo de Gracia alpino: tiendas de ropa (principalmente deportiva) de marcas carísimas, joyerías, peluquerías de lujo, tiendas de souvenirs, restaurantes en los que el precio del cubierto alimentaría a una familia numerosa una semana, etc., pero no es una cuestión de dinero sino de actitud.
Estatua de Jacques Balmat y Michel-Gabriel Paccard, los primeros en alcanzar la cima del Montblanc


Vistas desde la casita de mi hermana

Me contaron que Chamonix es el valle más contaminado de toda Francia, y al verlo tan envuelto en naturaleza me costó creerlo pero lo he comprobado y parece que es cierto. Debido al túnel del Montblanc y a lo cerrado que es geográficamente, el paso de muchos camiones que se dirigen a Suiza, etc, se concentra un grado de polución inimaginable para el que solamente se fija en los montes y prados que lo rodean. Pero sí, no es oro todo lo que reluce.






La gente que, como mi hermana, trabaja en hoteles, restaurantes, pistas de esquí, y demás trabajos puntuales que suelen durar unos cuatro o cinco meses de media, necesitaría una entrada en exclusiva. Son un grupo muy heterogéneo, pero tienen en común el mantenerse al margen de muchos de los valores consumistas y tradicionales de la sociedad actual, y viven muy al día, la mayoría alejados de los valores más materialistas. Carpe Diem es su lema y una búsqueda de libertad, intentando pasar su tiempo libre practicando algún deporte de montaña el motor de su vida, sin mayor planificación que saber que en meses o semanas se les terminará el contrato. Muchos viven parte del tiempo en furgonetas y el invierno en pisos (o podría llamárselos agujeros) compartidos; los más valientes están todo el año en casita móvil, ya que el frío en los Alpes no es ninguna tontería. En realidad, la frase en francés que más he usado estos días además de bonjour y merci bocoup es "je fgggruá", que no se cómo se escribe pero que significa "tengo frío". Me voy por las ramas, para variar...

Como decía, los perfiles son muy distintos: algunos han viajado mucho, son políglotas y tienen miles de aventuras que contar. Sin embargo, otros parecen estar ahí como quien vive la vida en un paréntesis: no hacen nada distinto a lo que harían en su pueblo, no se relacionan más que con un grupo cerrado de personas, no practican el francés ni el inglés, y charlando con ellos no da la impresión de que hayan reflexionado mucho acerca de su vida ni aprovechado en exceso su estancia en el extranjero. Lo que sí los une es el apoyo mutuo y la generosidad con que se tratan. Ya son de por sí gente despegada a las cosas materiales, pero el verse tan lejos de casa los une y les lleva a tratarse como a una pequeña familia. Debo decir que me han recibido y tratado estupendamente y que he sido testigo de alguna despedida de gente que regresaba o se marchaba a otro lugar, y lo cierto es que lo viven como verdaderos dramas.

Os dejo con algunas de las fotos que hice los ratos en que no diluviaba, pese a que la calidad no es muy buena sí os hacéis una idea de lo bello y frío que es el paisaje.





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