¿Cómo he llegado yo aquí?
La mayoría de los que vamos a discotecas y clubs donde se
pone y baila música latina en España, no lo hemos hecho desde siempre. La
mayoría (de acuerdo, no todos, pero casi) empezamos a bailar ya de adultos,
después de años frecuentando lo que podríamos llamar bares “normales”. Normalmente,
cuando empiezas a ir a clase, se organizan salidas puntuales, pero gradualmente
estas se vuelven más y más frecuentes hasta que se invierte la proporción, y al
final las salidas a los lugares “normales” se vuelven casi testimoniales. Vale,
tenéis razón, los lugares de salsa no son anormales pero no son la opción más
habitual en este país.
La transición es paulatina y nos vamos acostumbrando, sin
darnos cuenta, a los protocolos y normas tácitas del mundo del baile. Pero siempre
llega un día en que tienes un cumpleaños, tus amigos de siempre te reclaman,
sales con los compañeros del trabajo… Y ahí te ves, sintiéndote tan fuera de
lugar, (como dice Sabina, “extraño como un pato en el Manzanares”, pero también
nos serviría el Llobregat), puede que aburrido o puede que no, pero sin duda
pensando que deberías estar en otro lugar y comparando sin quererlo con tu club
salsero habitual. Según el humor que tengas puedes tomártelo a coña y observar
desde fuera, sorprendiéndote de que antes tú fueras como aquellos que te rodean
y que ahora observas como quien estudia una tribu de una isla remota. En el peor
de los casos, dependiendo de las circunstancias y de tu carácter, te frustras y
pasas una noche no muy divertida, jurándote que no volverás a un lugar así.
Un salsero fuera de lugar
1. Te han desterrado de
la civilización: ahí no hay reglas, todo es caos, da igual la edad de la
gente del local, todos adoptan el comportamiento de un niño de siete años con
las hormonas de un adolescente, la gente se mueve a empujones… A veces resulta
divertido pero a veces algo molesto, especialmente cuando empiezan a gritar y
retroceder al Neanderthal. En un lugar salsero te piden para bailar, te dan margen
para rechazarlos sin ofender a nadie, la gente tiene un mínimo de conversación:
se saluda, se despiden después de cada baile con un “gracias” y dos besos, y
por lo general reina el respeto.
2. El acoso es directo y
sin disimulos: esto es lo más curioso, pero aunque los bailes latinos son
sensuales y sus clubs tienen fama de ser Sodoma y Gomorra, es justo lo
contrario. Ciertamente, los movimientos del baile en sí son provocativos y
muchas veces muy pegados, pero todo se hace como un teatro que normalmente
termina lo que la canción, asegurando el respeto y la comodidad de ambos. En
cambio, en los llamados lugares normales, la normalidad en este aspecto brilla
por su ausencia: te soban al pasar, vienen y se te echan encima, te dicen las
cosas más groseras que cualquiera diría que han ido a la escuela de albañilería,
y raramente se produce una conversación más allá del unga-unga.
3. Van borrachos: en
realidad, este punto explica los anteriores. Los salseros apenas beben ya que
entonces no bailan bien, y si lo hacen lo queman puesto que se pasan la noche moviéndose.
Por otro lado, no termino de entender por qué emborracharse justifica lo
anterior, el alcohol desinhibe pero no nos cambia, y es que ya dicen que “ningún
borracho come mierda”. Perdón, heces. No quiero herir sensibildades.
4. Bailas diferente al
resto: En salsa no pasa nada por dejarse llevar por la música, hacer
movimientos exagerados y fliparse como si fueras el protagonista de Fiebre del
Sábado Noche. Además, tienes tus recursos, y mientras otros no bailan o se
caen, tú te reprimes por no moverte como te gustaría: primero, porque no tienes
espacio; segundo, notas que tus movimientos son malinterpretados y a tu
alrededor creen que quieres que te contraten como gogó o que los acosadores
sexuales centren su atención en ti. Si eres chico, en cambio, este puede ser tu mejor punto porque impresionas
a todas las chicas: sabes llevar el ritmo y hasta marcarles una vuelta, ¡ya no
digamos si tú mismo das algún giro! Te has convertido en Patrick Swyze en
cuestión de segundos y todas se vuelven locas por bailar contigo, es tu
momento.
5. Suena una canción de
ritmo latino: incluso cuando no te gusta el merengue, lo darás todo si
ponen alguna canción pachanguera. Cada vez hay más canciones de salsa y bachata
que se cuelan en las listas generales, y en muchos sitios pueden sonar algunas
de ellas. Empiezas a oír la música, por fin una canción conocida, te emocionas…
Y el chasco es peor cuando caes en la cuenta de que no tienes con quién bailar.
Es el momento de mayor ansiedad de toda la noche.
6. Si vas con otro
salsero camuflado: con un poco de suerte, habrá alguien más con quien
puedas bailar, y empezaréis a corromper los ritmode música y bailando todo con
vuestros pasos, y es que, a partir de determinado momento, todo se vuelve salseable, bachateable y kizombable, ¡y que te quiten lo bailao! Puede dar lugar a grandes risas,
y los demás os mirarán como si hubierais aterrizado de otro planeta.
Cómo detectas a los intrusos en una salsoteca
También ocurre la situación anterior, y de vez en cuando ves
a gente que desentona por los cuatro costados. Normalmente son guiris, ya sea
porque quieren salir entre semana y los locales de salsa tienen sesiones a
diario, ya sea porque creen que la salsa es típicamente española, igual que lo
son los sombreros mexicanos y las sevillanas bailadas en todo el país.
Son inconfundibles por los siguiente:
1. Están en mitad de la
pista: no hace falta ser salsero para ver que la gente se ubica a los lados
para dejar a los bailarines el mayor
espacio y comodidad; ¡esto es sagrado! La gente normal suele darse cuenta de
ello incluso en la primera excursión al mundo de la salsa, pero alguna gente
tarda más en conectar las cosas… Resultan muy molestos.
2. Lo peor, lo hacen con
el cubata en la mano: Nosotros esforzándonos por cuidar nuestros zapatos
como el tesoro que son, no sacándolos nunca a la calle, cepillándoles la suela
de vez en cuando, y estos visitantes dejando todo el suelo pegajoso,
cayéndoseles los vasos (porque claro, vienen del ambiente “normal” en el cual
se bebe, se caen cosas, etc) que dejan cristales que estropearán nuestros
preciosos zapatitos. Para matarlos…
3. Van con los bolsos
cruzados. Las salseras nunca bailarían con un bolso encima, ni con la
chaqueta, ¡jamás! Y no es por vanidad, que también, sino por una cuestión
práctica: suficientemente chungo es dar vueltas, giros y demás movimientos como
para encima hacerlo con algo desestabilizador, no es una opción. Estos
visitantes, en cambio, lo intentan con toda la casa a cuestas, como si no
supieran de la existencia del guardarropa.
4. No saben bailar y no
les importa. Este punto me parece genial, ¡bien por ellos! No soy nada partidaria del
sentido del ridículo tanto nos limita y la música está para disfrutarla, sea
cual sea nuestro punto de partida.
¿Os habéis visto en esta situación?
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jajaja muy bueno, me han pasado todos los puntos!
ReplyDeleteSí, creo que todo salsero ha pasado por ello hehe
DeleteJa, ja, ja, muy cierto todo yo me identifico mucho, pero mucho, me ha encantado lo del bolso cruzado y el cubata en mano. faltó el plumifero enrollado a la cintura, siempre me he preguntado como leches harán, y es muy cierto con lo complicado que es esto de los giros y el dime que no, uff, con el bolso al cuello, yo ya tendría que ir directa al hospital, más que nada, porque en el bolso meto de todo, alguna vez la tablet, pal bolso, el paraguas pal bolso, lo dicho, me ha encantado 😁😁😉
ReplyDeletejajaja muy bueno lo de la chaqueta atada a la cintura, se me había olvidado ese punto. Quizá lo incluyo más adelante si se me ocurren mas cositas :-)
Delete¡Amén, hermana!
ReplyDeleteVoy a aprender salsa ¡ya mismo!
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